viernes, 31 de octubre de 2014

Atalaya: Hasta el cuello



Es indignante la forma en que el gobierno de Mariano Rajoy está tomando el escándalo de la corrupción. España está en la UE a la cabeza de los países corruptos, siendo la corrupción en Inglaterra, Bélgica o Alemania bagatelas, que, sin embargo son duramente perseguidas por los gobiernos y la justicia, apoyada  ésta por los respectivos ejecutivos. En la Unión Europea es poco conocido, y en todo caso sirve de poco, el término de aforado. Ningún diputado alemán, ni siquiera la señora  Merkel, puede refugiarse, dado el caso, en el burladero del aforamiento, de la inmunidad. En otros países europeos, como el Reino Unido no existe el aforamiento. En España hay unos 10.000 aforados.
 
En España, algunos (demasiados) políticos creen que el aforamiento es consustancial con su cargo y sacan provecho con las tarjetas negras u opacas con las que algunos pagan bacanales, hacen exóticos viajes, compran  casas e incluso yates. El aforamiento es una vía, a costa de los contribuyentes, que conduce a estafas públicas casi astronómicas,  guardadas en Suiza, Andorra y países sudamericanos.
El presidente del Gobierno tiene la obligación de comparecer  en el Congreso y dar las explicaciones que exigen los ciudadanos. Tampoco sirve de mucho que Rajoy no se refiera a la corrupción por su nombre: “corrupción” y diga “esas cosas”, y para evitar citar los nombres de los imputados del PP,  algunos de ellos, como Bárcenas, íntimos colaboradores y amigos (casi todos con tarjeta negra), se refiera a “algunas personas”.

La corrupción en España clama ya al cielo. También en el PSOE, durante  las legislaturas de Felipe González, y recientemente con los ERES andaluces, existen casos de corrupción. Pero no vale que el PP siga la infantil estrategia de “y tú más”.
 
El PP y su presidente  y jefe del Gobierno tienen que limpiar al país de los montones de lodo en los que estamos sumergidos por culpa de destacados miembros del PP. No incluyo a Pujol (CiU) porque todavía no sé si es español.  Sobre todo, el PP no puede aprovechar la sucia ocasión presentándose en las próximas elecciones autónomas y municipales como aquellos que limpiaron a España del repugnante barrizal.
 
No basta, señor Rajoy, con pedir perdón a los españoles en el Congreso, cuando se está  con el lodo al cuello.
 
 

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