miércoles, 28 de mayo de 2014

Atalaya: La libertad

 
 
La libertad es el bien más preciado desde la prehistoria de la Humanidad. Hoy, traducida a términos políticos, es el pilar esencial de la democracia. Sin libertad de opinión, de expresión, de información, de asociación, entre otros muchos aspectos, no hay democracia. Así, como en China, en Cuba, en Venezuela y en países norteafricanos como en Siria, y no digamos en países del sur de África, como en Guinea Ecuatorial, antigua colonia española, donde los dirigentes (en su mayoría demagogos, dictadores, reyezuelos o jefezuelos corruptos) se desgañitan en discursos y  proclamas de la libertad  ante una muchedumbre de analfabetos y hambrientos.

Nadie conoce exactamente los orígenes de la esclavitud, pero en el código de Hammurabi, en Mesopotamia, (2.000 años de nuestra era), ya se hace referencia a los esclavos. Fueron una realidad social y económica en las cultas Grecia y Roma. Los hombres eran explotados en trabajos agrícolas o en la construcción, también había ricos (patricios) que adquirían a intelectuales pobres como maestros para sus hijos. Existían leyes estableciendo los derechos de los amos (muchos)  y de sus esclavos (muy pocos: por ejemplo no tener que luchar en el circo). Respecto a las mujeres, éstas tenían que cuidar a sus niños, para que el día de mañana fuesen buenos esclavos, y además eran explotadas en las labores domésticas. Se entiende  que los amos podían abusar de sus esclavas, aunque fuesen menores de edad.  Muy a menudo, esclavos libertos rogaban a sus amos que los volviese a aceptar como esclavos, porque, como hombres libres nadie les daba trabajo (para eso estaban los esclavos) y no podían atender a su manutención.
 
No creamos que la esclavitud fue sólo un fenómeno de la antigüedad. De una forma u otra, existió durante todas las épocas y sigue aún existiendo en el siglo XXI. En la Edad Media había esclavitud  bajo el nombre de feudalismo. Los grandes señores militares o eclesiásticos tenían a sus siervos (sirvientes), a los que explotaban en toda clase de trabajos. La llamada “gleba” padecía hambre  y enfermedades y solo señores muy caritativos cuidaban de ellos, para después explotarlos como “esclavos”.  Los siervos que conseguían ahorrar algo de dinero y se compraban un terreno tenían que pagar horrendos tributos  (impuestos) al señor que, desde su castillo, dominaba aquellas tierras. Además, el señor tenía   lo que se llamaba “el derecho de pernada”, es decir “disfrutar” de la recién casada antes que su esposo en la noche de bodas.

Pero no nos creamos que en nuestros  tiempos modernos ya ha acabado la esclavitud. Es cierto que con la Revolución Industrial (XVIII y XIX) los obreros tomaron conciencia de sus derechos (entre ellos principalmente,  el de la libertad). Karl Marx y Friedrich Engels le declararon la guerra al capitalismo esclavizador, dando vida a lo que sería el “comunismo” como “dictadura del proletariado”,  un enfoque adaptado después a las nuevas condiciones políticas, económicas y sociales occidentales , bajo la forma de  socialismo y socialdemocracia. Para el socialismo democrático n o debe haber una guerra entre obreros y patronal, sino negociaciones a través de los sindicatos y las organizaciones patronales. Con la actual crisis, este equilibrio entre dos intereses diferentes podría perderse, máxime si el gobierno conservador se inclinara más hacia el capital y cargara todo el peso de los recortes sobre los hombros de los trabajadores. Hay que evitar la lucha de clases.

Se calcula que hoy día el número de esclavos es de entre 12 millones  de personas o 27 millones, tal vez el número más alto de la historia de la Humanidad. La mayoría son en el sur de Asia , por deudas. El usurero puede resarcirse de las pérdidas convirtiendo en esclavo al deudor. Pero la principal fuente de la moderna esclavitud es la trata de blancas. Se calcula en 9.000 millones de dólares la suma que  mueven estas mafias, también encargadas prostituir a niños y niñas.
 
En sus comienzos, los Estados Unidos fueron asimismo ansiosos receptores de esclavos negros africanos. Después de robarles su territorio a los aborígenes, EE UU empezó a construirse. Pero faltaba mano de obra barata y sumisa. Varios países se encargaron de suministrar, en un lucrativo negocio, a nativos del sur de África a “USA”. A la cabeza  de los negreros figuraban Portugal, España y Holanda. La esclavitud fue abolida en Estados Unidos entre los a siglos XVII y XVIII, hacia el final de la Guerra de Secesión.

La  libertad no se compra. Se logra y se conserva cuidando y defendiendo a la democracia. No permitiendo que a través de nuestro voto o de nuestra abstención se instalen en el poder fuerzas que sólo sirven al capital y “democráticamente” exprimen a la ciudadanía como a un limón. Como punto final quiero mencionar a un hombre negro, que luchó contra el abominable apartheid, que separaba a negros y blancos,  fue torturado y encarcelado en pésimas condiciones; no es sólo un héroe para su país, Suráfrica, sino para todo el mundo donde no existe la libertad: Nelson Mandela.
                                                                                                    
 

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