viernes, 23 de mayo de 2014

Atalaya: La igualdad: ¿una utopía?




 
Uno de los pilares de la democracia es la igualdad. ¿pero somos realmente iguales?
 
La Naturaleza y la condición humana parecen preferir la desigualdad. No hay dos seres idénticos. Pero la igualdad a la que me refiero aquí se refiere más a derechos y obligaciones que a los aspectos y figuras. En este caso es la igualdad que todos los ciudadanos merecen y que a muchos, a veces a la mayoría, se les recorta o niega.
 
Desde siglos y hasta el presente, una gran parte de la humanidad ha luchado e incluso ha dado su vida por la igualdad como derecho inherente al ser humano de ser igual ante la ley. Pero, ¿es tratado el señor Bárcenas de igual manera que los demás reclusos de Soto  del Real? ¿Disfruta el ser humano de todos los derechos que posee de manera incondicional: no ser discriminado por razones de su raza, de su nacionalidad, sus creencias o cualquier otro motivo, por ejemplo, en caso de enfermedad?
 
Todas las naciones presumen de respetar la igualdad de los humanos. Pero si aplicamos una lupa al tema veremos que, en realidad, no existe en todo el mundo una democracia perfecta, sobre todo en este importantísimo capítulo. Puede que la igualdad  figure en casi todas las constituciones y que los políticos la afirmen en sus mítines, como también se defienden de boquilla los derechos humanos.
 
El principio de la igualdad es violado en casi todos los países llamados  democráticos. Principales víctimas desde la aparición del ser humano han sido (y en la mayoría de los países, lo siguen siendo) las mujeres, que desde tiempos prehistóricos, han  sido (con la falsa afirmación de ser el sexo débil) las esclavas del hombre y su diversión. A mí me suena a machista eso de que “Dios” hizo a la mujer de una costilla de Adán.
 
Cualquier idiota puede afirmar que la inteligencia masculina  es superior a la femenina. Semejante acémila no debería ser político ni representar a España en Europa. No es por cuestión de género por el que la mujer, incluso en Alemania, cobra por su trabajo (igual al del hombre) menos que sus compañeros. Es un claro ejemplo de explotación, y de afán de lucro por parte de los empresarios, que de  esta manera se resarcen el tener que seguir pagando el salario o sueldo a la mujer gestante. En la Revolución Francesa se incluye la igualdad en lugar destacado de la fraternidad y la libertad. Pero también en Francia, la mujer trabajadora  es discriminada.
 
En EE.UU, que se precian de ser la mejor democracia del mundo, existe asimismo la discriminación femenina, así como el mal trato o persecución   de las minorías étnicas. Y no digamos de China donde es multada la mujer que dé a luz más de dos hijos. Hasta ahora, los dirigentes “comunistas/empresarios”  chinos sólo permitían un hijo por hogar.
 
Se diferencia  entre países cultos e incultos y no se dice que habría menos países incultos si las antiguas potencias coloniales ofreciesen  el acceso a escuelas y universidades (que habría que construir) a los niños y los jóvenes. Incluso en países desarrollados, como España, a la cola de los estudios de Pisa, existen manifestaciones casi diarias, para protestar contra los recortes en sectores que han de ser inviolables, como la sanidad pública (que el gobierno del conservador Rajoy quiere privatizar) y la educación. Si mediante medidas restrictivas, como las tasas, se impide el acceso a la Universidad de jóvenes de capas sociales humildes, aumentará impepinablemente  también en España el número de incultos y analfabetos.
 
Los gobiernos del PSOE han cometido fallos, pero también han introducido en plan de igualdad a nuestro país en la Comunidad europea, han hecho de una España, apenas salida de una dictadura militar, una de las más relevantes naciones europeas (al ex  presidente del Gobierno, Felipe González, le fue otorgado el Premio Carlomagno, la más alta distinción de Europa), y construyeron un sistema de sanidad pública parecido al de Alemania, que ahora, al socaire de la crisis, el gobierno del PP quiere destrozar para privatizarlo, introduciendo una vez más -en este como en otros sectores sociales- la desigualdad, uno de los artilugios del capitalismo. Digamos que todos somos iguales, pero algunos más que nosotros.
 
 

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