miércoles, 14 de mayo de 2014

Atalaya: Europa




 
El 25 de mayo los electores de 28 países están llamados a las urnas para elegir el nuevo Parlamento Europeo en Estrasburgo. Todo parece indicar que el conservadurismo tendrá la mayoría en el próximo parlamento de la UE, ostentando el poder en la mayor parte de las naciones los conservadores. Para España esto significa que el PP figurará en lugar destacado del resultado electoral, mientras que el PSOE tendrá que batirse a la defensiva. La aplastante mayoría del derechista Frente Nacional de Marine Le Pen sobre el Partido Socialista del presidente de la República, Hollande, seguro que no ha sido pasada por alto en la madrileña calle de Ferraz (sede del PSOE). El 25 de mayo, la UE será principalmente el escenario de la competición entre conservadores y socialistas.
 
Estas elecciones tienen gran importancia por tener lugar en “la crisis”, que ha vuelto del revés no pocos presupuestos y prestaciones sociales. El parlamento que surja de estos comicios reflejará el estado de ánimo político en los países de la UE, en donde la derecha está en mayoría. Se da el caso curioso, pero no excepcional, de que precisamente aquellos ciudadanos que más sufren por los recortes, las clases bajas, son los que han votado a la derecha, que vuelca el peso de las reformas sobre los menos favorecidos. Es decir, que votan al empresariado,  al capital. También es cierto que sin capital no hay trabajo, pero tampoco habría capital sin los trabajadores, la llamada “mano de obra”, ahora con la crisis más vulnerable y manipulable que nunca.
 
Con motivo de las circunstancias en que tienen lugar estas elecciones, vitales para todos los europeos, la primera cuestión que habrán de plantearse los socialistas y socialdemócratas es el fortalecimiento de las organizaciones defensivas de los trabajadores y, sobre todo de los parados y de los no privilegiados. La derecha europea en los países donde manda, como en España, está destruyendo la red de protección social que tantos años de sacrificios, de sufrimientos e incluso de sangre ha costado a la izquierda, a la clase trabajadora (¿dónde está ahora el movimiento obrero?).
 
Sería un grave error si la campaña electoral en cada país se centrara sobre temas nacionales. Aquí no se vota a un determinado presidente de un gobierno o a un parlamento nacional, sino al parlamento de la Unión Europea. Los responsables de los partidos políticos tienen que hacer hincapié en temas comunitarios, que fortalezcan a la Unión, que la hagan más efectiva (en el problema Crimea, Ucrania y  Rusia, la UE sólo ha mostrado musculitos).
 
Para la UE hay una cuestión pendiente, que  sería tan trascendental como el nacimiento de Grecia o del Imperio Romano: el ingreso de Rusia y demás países de Europa oriental, en la Unión Europea. Europa se convertiría en la tercera  gran potencia del mundo. Pero el presidente Putin dice njet. Para Putin, Rusia es ya lo suficientemente poderosa también económicamente:  países como Alemania (el auténtico motor de la UE) obtienen gas ruso y más al Este existen importantes fuentes de energía.
 
Para los países que ya están dentro de la UE cabe esperar una unión más ejecutiva, con poderes por encima de las fronteras de los estados miembros, un territorio donde exista democracia  plena y absoluto respeto a los derechos humanos y una organización que se sepa hacer respetar en todos los campos de decisión. Pero para fomentar la UE es también preciso que los estados de una futura Confederación Europea, por encima de los egoísmos nacionales, cedan una considerable parte de la soberanía a la que ahora se aferran.  Algo a lo que, de momento, todos los países miembros son esencialmente reacios.
 
                                                                                       


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