lunes, 31 de marzo de 2014

Atalaya: Spanier raus


¡"Spanier raus"! ("¡Fuera los españoles!"). Confieso que en todo el tiempo, más de media vida, que he vivido en Alemania, nunca había visto una pintada así.  Al lado había otra pintada más general: “¡Ausländer raus!” (“Fuera los extranjeros”).  Eso sí que se podía leer ya en Alemania a principios de los 60, cuando la República Federal de Alemania contrató a más de un millón de trabajadores mediterráneos, porque éstos eran más baratos y menos exigentes que los alemanes, que no estaban dispuestos a hacer los trabajos más duros y más sucios.
 
Los trabajadores extranjeros, llamados despectivamente “Gastarbeiter” (“trabajadores huéspedes”), han contribuido en esencial medida a la grandeza de Alemania. La confederación alemana de sindicatos (DGB) se oponía a esta contratación de mano de obra extranjera  por estimar que era una competencia para los trabajadores alemanes. Sin embargo, el DGB también asumió después la defensa de los obreros foráneos, contribuyendo especialmente a su integración en el mercado de  trabajo alemán.

Los alemanes son muy especiales con sus tradiciones, usos y costumbres. Además un número no despreciable de alemanes, sobre todo de poca cultura, creen ser superiores a los demás pueblos y son proclives a la xenofobia y el racismo. Por el contrario, una mayoría de alemanes cultos admiran otras civilizaciones y aprenden idiomas.

Los izquierdistas alemanes no son antiespañoles ni tampoco xenófobos, una psicopatía muy extendida entre los neonazis, que, no me cabe la menor duda, habían sido los autores de la pintada.  Eso para que vean los despistados neonazis españoles cómo les quieren esos peligrosos tarugos de su calaña en Alemania.
 
Según una encuesta del Instituto de Opinión Emnid,  los extranjeros más rechazados en Alemania son los turcos, más de un millón, que en su mayoría viven en la República Federal Alemana unos 40 años,  no se han integrado en el país al que también odian por “germanofobia” y construyen mezquitas por doquier, en las que no sólo se reza, sino que se predica la yihad o Guerra Santa: la reconquista de las tierras que fueron musulmanas en Europa, empezando por España, “la gran gloria y fantástico esplendor del Islam” (8 siglos). Los turcos, con ayuda  de Arabia Saudita, han construido en Colonia la mezquita más grande de Europa, pese a las protestas de los habitantes de la histórica y gran ciudad renana. Su nombre lo debe esa ciudad a haber sido una colonia de los romanos en “Germania”.

En segundo lugar figuran los marroquíes, seguidos por los subsaharianos, los refugiados asiáticos, los rumanos y búlgaros y los alemanes retornados del Este de Europa, en su mayoría de Rusia o de Polonia, que no hablan alemán y pronuncian sus nombres en ruso o en polaco.

Ahora el Gobierno federal se plantea que los extranjeros en paro, que no consigan trabajo en un plazo de seis meses, sean expulsados de Alemania: los negros, los amarillos y los morenos. La decisión también se aplicaría  a los ciudadanos miembros de la Unión Europea, así pues también se verían afectados los españoles: unos 40.000.  Con esta medida, Angela Merkel se saldría del acuerdo de Schengen, que permite la libre circulación de los ciudadanos de la UE.

 
Mientras, en España,  la guardia civil intenta rechazar a los centenares de subsaharianos que tratan de colarse en Ceuta y en Melilla. Marruecos está cavando un gran  foso en las líneas fronterizas con esas ciudades.

 
La UE critica a España por lo que llama demasiada flexibilidad con los africanos. En un debate en la televisión oí el otro día la siguiente propuesta: España envía en avión a los inmigrantes ilegales a la Península (ya se hace) y desde Barcelona se trasladaría  a los subsaharianos en autobuses a Alemania, Holanda y Dinamarca -que son los países que más chillan contra el uso de España como trampolín hacia la Europa Central por parte de los africanos negros-, para que se hiciesen cargo de ellos. Pero, repetimos, la inmigración ilegal, que afecta sobre todo a Italia y España, es un urgente problema que ha de resolver la Unión Europea, que está demostrando día a día  que, en la práctica, existe una Europa de las dos velocidades.
 

 
 

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