viernes, 28 de marzo de 2014

Atalaya: Exequias




 
Pensando en las solemnes exequias del fallecido fundador y primer presidente del Gobierno de la nueva democracia “monárquica-republicana” en España, Adolfo Suárez, se me ocurren las  siguientes ideas:
 
El sentido de la oportunidad por encima de anteriores adhesiones y lealtades, una brillante inteligencia, don de gentes y valentía para enfrentarse a la mayoría, así como el sentido del deber y una intensa ansia del poder, pueden hacer posible lo imposible: convertir una dictadura de cuarenta años en una democracia, desafiando a poderes fácticos como el Ejército y la Iglesia católica y creando un punto de inflexión entre el ayer, el hoy y el próximo futuro. Suárez no fue un traidor. Tampoco lo fue el Rey, que tuvo óptimos consejeros (en primer lugar Torcuato Fernández Miranda) dentro y fuera de España, que políticamente vivía en un anacrónico fascismo, que también estorbaba a los intereses de las democracias occidentales.
 
Según las alabanzas escuchadas en la capilla ardiente, Suárez había conseguido la reconciliación de todos los españoles. Eso fue al echar a andar la nueva democracia con la Constitución (1978). Actualmente volvemos a tener con la aplastante mayoría del PP una “España” que miente y desprecia, en y fuera del Congreso, a la oposición. Se puede comprobar echando un vistazo a “La Razón”, que no tendría razón de ser en una democracia con medios  de comunicación serios, aunque dispares en sus tendencias. Por supuesto, también la izquierda tiene sus canales de información y opinión y que desenmascaran como “falsas” mentiras que oímos de boca del Gobierno (La Sexta, El País, incluso “Mundo…). Que conste que leo los principales periódicos españoles y extranjeros y me asomo a todos los canales de televisión. En cuanto a la radio, la COPE es para mí el mejor baremo para calibrar el humor de la derecha clerical.
 
¿Si Suárez no hubiese sido obligado a dimitir, si no hubiera enfermado hace 10 años (su vida fue muy trágica con el fallecimiento de su esposa   y después el Alzheimer), si hubiera seguido como presidente democrático, ¿habría tolerado que más de 30 años después de la muerte del dictador todavía existan en lugares públicos los símbolos fascistas, con el consentimiento  del gobierno del PP y que el Valle de los Caídos aún no se haya convertido en un monumento a toda España, con una inscripción en el sentido de “Nunca más”. Pero en honor a la verdad, el principal reproche se lo merece Zapatero pusilánime  con la Iglesia nacional católica (¿de qué le sirvió?) y temeroso de irritar a los franquistas. Suárez no tuvo miedo a la pistola de Tejero el 23-F.
 
La derecha afirma que el socialismo es la ideología de la envidia, con lo cual admite que ella pertenece a los ricos. Según decía un periodista derechista en un debate en la televisión, la providencia ha querido que haya un “arriba” y un “debajo”. Sin embargo,  no puede haber una auténtica democracia mientras exista la  abismal distancia entre ricos y pobres.
 
La política es el arte de mentir aun diciendo la verdad. El afán de lucro es el motor de la política, que conduce a la corrupción, si los representantes del pueblo no se enteran o hacen la vista gorda.
 
 

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