A estas horas todo el pescado está ya vendido. Y, por una vez, las encuestas han tenido razón, al menos en lo que a Susana Díaz se refiere, que tiene algunos motivos para estar satisfecha, más no contenta. El principal es haber derrotado al PP (47 frente a 33 escaños), que ha perdido 17 escaños desde las últimas autonómicas de 2012. Ha sido no sólo la derrota de su candidato Juan Manuel Moreno, sino el fracaso personal de Mariano Rajoy, que se ha implicado hasta el final en la campaña.
El segundo es haber podido frenar la marcha triunfal de Podemos, que se prometía más de 25 diputados y que ha tenido que conformarse con 15. Demasiados para un partido, cuya cabeza de lista Teresa Rodríguez ha realizado una campaña electoral pobretona, con un programa hecho deprisa y corriendo y cogido con alfileres. Puede que el motivo sea que “su formación no tiene expectativas de gobernar en Andalucía”, según declaraba su secretario de Participación Interna Luis Alegre a principios de febrero a la prensa.
Otra de las razones -y no precisamente la menos importante-, es que el pueblo no había legitimado a Susana Díaz vía comicios para desempeñar su cargo. Recordemos que hasta ahora Susana ejercía de Presidenta de la Junta de Andalucía sin haber sido refrendada por las urnas. Tras la renuncia de José Antonio Griñán, Susana Díaz presentó su candidatura en el comité federal del PSOE andaluz y consiguió con creces el número de avales necesarios para presentarse a la elección (22.880 de los 45.733 militantes que tiene el PSOE de Andalucía le dieron su apoyo). De esta manera, Susana se convirtió en candidata única en las primarias para suceder a Griñán y juró el cargo el 7 de septiembre de 2013. Ahora, después que el pueblo soberano ha emitido su voto en los comicios, nadie podrá echarle en cara que ha llegado a la Presidencia sólo gracias “al dedazo” de su valedor.
No voy ahora a entrar en consideraciones sobre si los motivos Susana Díaz en romper la baraja en su coalición con IU y adelantar un año las autonómicas han sido estrictamente los esgrimidos (la situación de “desconfianza” y “de inestabilidad” por la que atravesaba el Ejecutivo de la coalición). Todos los observadores apuntan a su temor de que, de esperar más tiempo, el partido novato Podemos le iba a comer poco a poco la merienda al PSOE. Otros, sin embargo, están seguros de que con esa táctica lo único que perseguía era mover la silla a Pedro Sánchez, actual secretario general del PSOE.
Sea como fuere, lo cierto es que las elecciones han dejado en Andalucía un panorama político un poco complicado. Izquierda Unida, que con Antonio Maíllo se ha batido el cobre en la campaña, tiene motivos para estar preocupada. Podemos, cuyos dirigentes provienen casi todos de IU, le ha pegado un tal mordisco a su electorado que, con tan sólo 5 diputados (7 menos que en 2012), la ha dejado en el chasis. Sin embargo, otro partido emergente, Ciudadanos, que ha sido víctima de una campaña infame por parte del PP, puede estar más que satisfecho con su resultado de 9 delegados. No es de extrañar que su candidato, Juan Marín, y su líder, Albert Rivera, mostrasen ayer noche una sonrisa de oreja a oreja. Rosa Díez, lideresa de UpyD, se estará en estos momentos mordiendo las uñas de la rabia. Muchos le echan la culpa de haberse quedado otra vez fuera del Parlamento andaluz. Algo que hubiera podido evitarse si su personalismo y autoritarismo no hubiesen cerrado la puerta a la coalición con Ciudadanos propugnada por Rivera.
En contra de la mayoría de las predicciones, de los resultados de estos comicios se desprende que el bipartidismo ha podido resultar herido, pero que todavía no está tan muerto como algunos quisieran. En el caso especial de Andalucía, los dos grandes partidos siguen siendo las dos opciones principales de los electores, aunque nada va a ser igual a partir de ahora.
Susana Díaz no lo va a tener fácil. Cierto, ha conseguido salvarle los muebles al PSOE en su feudo tradicional, pero, si nos fijamos bien, es el peor resultado del Partido Socialista en Andalucía desde hace 25 años. Ahora, a Díaz le tocará tomar la difícil decisión de formar coalición con uno o varios de los partidos representados en el parlamento andaluz o bien -no sé que es peor- gobernar en minoría y pactar puntualmente con alguna de esas fuerzas de la oposición. Aunque estoy más que segura de que, tal y como está el panorama político, ella habrá barajado ya todas las posibilidades Susana tendrá que hacer juegos malabares para poder agotar la legislatura. Francamente hablando, a mí no me gustaría ni pizca estar en su pellejo.
Margarita Rey
Susana Díaz no lo va a tener fácil. Cierto, ha conseguido salvarle los muebles al PSOE en su feudo tradicional, pero, si nos fijamos bien, es el peor resultado del Partido Socialista en Andalucía desde hace 25 años. Ahora, a Díaz le tocará tomar la difícil decisión de formar coalición con uno o varios de los partidos representados en el parlamento andaluz o bien -no sé que es peor- gobernar en minoría y pactar puntualmente con alguna de esas fuerzas de la oposición. Aunque estoy más que segura de que, tal y como está el panorama político, ella habrá barajado ya todas las posibilidades Susana tendrá que hacer juegos malabares para poder agotar la legislatura. Francamente hablando, a mí no me gustaría ni pizca estar en su pellejo.
Margarita Rey
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