Fallecido el dictador venezolano Hugo Chavez, Nicolás Maduro, vicepresidente de la República, tomó su relevo. El régimen de Venezuela es difícil de definir. Todos sabemos que Cuba es una dictadura comunista, cuyas cárceles están llenas de intelectuales y opositores. Pero, ¿cómo definir a la actual Venezuela, en donde se encarcela al jefe de la oposición (como Obiang en Guinea Ecuatorial) y están entre rejas periodistas y escritores contrarios al régimen de Maduro? La única expresión que se me ocurre es “dictadura fasci-comunista”.
Venezuela tiene una rica historia de liberación. En 1810 estalló en Caracas una revolución contra la ocupación francesa. Fracasó. Allí se dio a conocer Simón Bolívar, criollo hijo de inmigrantes vascos. Bolívar, que no era militar, aprendió pronto las artes marciales y dirigió, en 1814, de nuevo en Caracas, otra revolución, que triunfó. Su Ayuntamiento le bautizó “El Libertador”.
Bajo el lema, “Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho”, Bolívar luchó para conseguir también la independencia de Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia. Fue un gran pensador y estadista y hasta nuestros días es admirado como héroe de la libertad. El sueño de Bolívar era independizar a Hispanoamérica de la Corona española, como lo había realizado con Venezuela. Quería una federación de estados o una Confederación como en Estados Unidos. Bolívar no había calibrado bien el egoísmo de los criollos, que querían conservar sus feudos, en un subcontinente atomizado en grandes y pequeños estados.
El héroe sudamericano falleció abandonado por fieles y aduladores en Santa Marta (Colombia) en 1783. El premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, recoge de forma magistral esos últimos días de su vida en su novela “El general en su laberinto”, una obra digna de ser leída para comprender mejor el pasado de esa parte de Hispanoamérica.
¿Quiere convertirse Maduro en un segundo Bolívar? En realidad, en Venezuela queda poco para ser liberado, a no ser, de nuevo, Caracas, pensando en Simón Bolívar y la cerrada dictadura que la tiraniza. Están mal aconsejados quienes se arriman a Maduro y sus militares para fundar partidos con los que transformar sus propios países. Es poco verosímil que Bolívar, a quien tanto invocan los militares iberoamericanos, se interesara por la política en Grecia o en España.
Se aconseja la máxima cautela a los votantes. Las dictaduras, sean fascistas, comunistas o demagogo-populistas no abandonan el poder una vez que lo han conseguido. El parlamento es el balcón presidencial, la guardia pretoriana tritura las libertades. En realidad quien manda es el ejército, de ciega obediencia al sátrapa. Para esos usurpadores, una vez llegados al poder, el enemigo es el pueblo.
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