Vengo siguiendo la carrera de Albert Rivera desde que, hace casi diez años, un pequeño grupo de periodistas e intelectuales, entre los que se encontraban Albert Boadella, Félix de Azúa y Arcadi Espada, en señal de protesta contra el creciente nacionalismo catalán, publicaran el manifiesto "Por la creación de un nuevo partido político en Cataluña". Este manifiesto daría paso poco después a la agrupación Ciutadans per Catalunya, algo así como el germen del nuevo partido Ciutadans – Partit de la Ciutadania que se fundó en 2006 y cuya asamblea eligió como presidente al joven abogado y ex campeón de natación y jugador de waterpolo, Albert Rivera Díaz (Barcelona 1979).
Desde el día mismo de su nombramiento como cabeza de lista a las Autonómicas de 2006, Albert Rivera se dedicó en cuerpo y alma a promocionar su formación política, no dudando en dar un golpe de efecto con el fin de dar a conocer su partido: su aparición en traje de Adán en los carteles de la campaña electoral. El truco le salió bien gracias a la difusión que le dieron los medios de comunicación, consiguiendo de golpe y porrazo 3 escaños y convirtiéndose así en portavoz de Ciutadans, el azote de los nacionalistas de Convergencia i Unió y ERC en el parlamento catalán. Algo que le valió incluso truculentas amenazas de muerte.
Su trabajo de hormiguita perseverante, su lucha de David contra Goliat frente al nacionalismo exacerbado y la corrupción dentro de CiU, hicieron de él un invitado habitual de los platós de televisión, el foro ideal para darse a conocer al gran público. El resultado no tardó en hacerse notar y los electores catalanes decidieron que tanto empeño y dedicación merecían bien el premio de los 9 escaños que Ciutadans, con Albert Rivera a la cabeza, obtuvo en los comicios autonómicos catalanes de 2010.
Ya en el Congreso Fundacional de Bellaterra de 2006, los miembros de Ciutadans se habían pronunciado en pro de extender su radio de acción a toda España. Así, la Comisión de Estatutos aprobó la traducción del nombre del partido que pasó a llamarse “Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía” en el resto del país. Pero Ciudadanos no disponía de las infraestructuras necesarias para dar el salto, por lo que prácticamente desde la fundación de UPyD (a finales de 2007) Albert Rivera trató de buscar un acuerdo con este nuevo partido. Sin embargo, a pesar de las coincidencias programáticas, se estrelló contra el muro de las prácticas autoritarias y afán de protagonismo de su líderesa, Rosa Díez, características que denuncian también algunos de sus fundadores que han dado, entretanto, la espalda a esa formación.
Tras haber conseguido dos escaños en las Europeas de 2014, Ciudadanos volvió a la carga con UpyD pero las negociaciones fracasaron definitivamente el 20 de noviembre de 2014, cerrándose así la puerta a una coalición electoral. Aunque, personalmente, prefiero no pronunciarme al respecto, los observadores creen que fue Rosa Díez quien, desde un principio, estuvo poniendo palos en las ruedas de las conversaciones. Pero parece que a Rosa le ha ocurrido lo mismo que le sucedió a Pablo Iglesias en su intento de acercamiento a la IU de Cayo Lara que, al cerrarle la puerta en las narices, el resultado ha sido exactamente el contrario al que se pretendía. Ahora, los votantes (y algunos miembros) abandonan en masa a UpyD para dar su apoyo a Ciudadanos que, de hecho, se ha colocado en cuarto lugar en el ranking de intención de voto nacional después del PSOE o de Podemos, dependiendo de la fuente de las encuestas. “Soy insistente y persistente, pero no puedo chocar cuatro veces contra el mismo muro. La sociedad ya ha juzgado y conoce por qué no ha habido acuerdo” dijo Rivera tras la ruptura de las negociaciones con UpyD y profetizó: "tarde o temprano, Ciudadanos y UPyD acabarán juntos".
Mientras que su frenética actividad le ha pasado factura en su vida privada (el pasado octubre se separó de la psicóloga Mariona Saperas, con quien compartió 20 años de su vida y con la que tiene una hija), ahora Albert vive uno de sus mejores momentos en su carrera política. Las televisiones se lo rifan en los últimos tiempos y no hay día que no le veamos en alguna entrevista, tanto en la pública como en las privadas. Es tan buen comunicador como Pablo Iglesias, pero su humildad y simpatía y ese trato natural y afable, que no rehúye ninguna pregunta (para las que suele casi siempre tener respuestas exactas y sin evasivas), le diferencian claramente del bocazas de Podemos. Al contrario de lo que sucede con Iglesias, su proyecto es creíble. Para él hay cinco reformas imprescindibles para que el país prospere: el sistema de partidos políticos, el sistema electoral, la administración pública, la separación efectiva de poderes y un gran pacto por la educación. También su programa económico, dirigido netamente a los votantes del centro, elaborado por el reputado economista Luís Garicano, tiene como principal objetivo combatir el paro, la desigualdad y la pobreza. Seguramente por eso -siempre según las encuestas-, Rivera es actualmente el político español mejor valorado por los ciudadanos.
Su creciente éxito se lo debe no sólo a los medios, sino también a las patochadas del PP: la consigna de Cospedal de enfatizar la procedencia catalana del partido, llamándoles en todo momento “Ciutadans” (aunque sea mal pronunciado como en el caso de Carlos Floriano, número tres de los populares, que se refirió a ellos como “Ciudatans”) y no Ciudadanos, o la estúpida ocurrencia de Rafael Hernando, portavoz del grupo parlamentario del PP, de llamar a Albert Rivera “Naranjito” (mascota del Mundial de Fútbol de 1982) por el color de las camisetas con que se identifica a Ciudadanos.
Un tiro que le ha salido a Hernando por la culata, que se ha visto ridiculizado por la mayor parte de la prensa, incluso la afín, y que ha dado pie a Albert Rivera para que -bajo el hashtag #YoSoyNaranjito- comente junto a una imagen suya con Naranjito: "Porque me gusta más la propuesta que la queja, porque me mueve la ilusión y no el miedo. Soy ciudadano". Un hashtag que se convirtió poco después en el segundo Trending Topic Mundial. Y puestos ya a comparar, Hernando recurrió a otro símil, esta vez con Diógenes. Según el patoso portavoz del PP, "Rivera va como Diógenes con su lámpara, buscando candidatos por todos sitios" (en alusión a las posibles dificultades de Ciudadanos en encontrar candidatos a las próximas elecciones).
También aquí, Hernando recibió una pronta respuesta (el 5 de marzo) de Ciudadanos a través de su cuenta en Twitter: "Porque los ataques de los viejos partidos sólo nos hacen más fuertes, más orgullosos de lo que somos #YoSoyNaranjito". E incluso alguien tan poco sospechoso de ser un rabioso opositor del PP como el periodista Federico Jiménez Losantos, se mofaba así de la gracieta en su vídeoblog de 8 de marzo: “Le llaman Naranjito a Albert Rivera, el del partido que tiene de presidenta a Mandarina. Ustedes primero no tienen cabeza, luego no tienen gusto". Hernando mírate al espejo, luego pide perdón a España y luego retírate a un monasterio lo más apartado posible".
Mientras tanto, la gente, en su mayoría perteneciente a esa clase media tan olvidada por los dos grandes partidos, acude en masa a sus mítines y Albert Rivera se frota las manos. Va a ser cierto lo que publica Bolsamanía, "Cada vez que el Gobierno dice 'Ciutadans' o Cospedal me tilda como catalán con desprecio, subimos en las encuestas", ha señalado Rivera durante la celebración del Foro ABC-Deloitte el pasado martes. "No renegamos de los que somos. Que sigan atacándonos", ha continuado.
Y que usted siga presentando propuestas con pies y cabeza y nosotros estemos aquí para verlas cumplidas, señor Rivera…
Margarita Rey
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