Es el ministro más mediático de los últimos tiempos, aunque afirma despreciar el “Star-System”, esa estrategia creada por los estudios de cine norteamericanos para promocionar a sus estrellas hollywoodienses y que consiste en convertirlas en focos de atención. Sin embargo, a juzgar por su seguridad a la hora de enfrentarse a la prensa, no parece que la celebridad le disguste demasiado. Me estoy refiriendo a Yanis Varoufakis, el Ministro de Finanzas greco-australiano, que este fin de semana ha ocupado las primeras páginas de los periódicos internacionales y no precisamente por su buena gestión como actual responsable de la Economía helena.
La bomba estalló el pasado viernes cuando la revista francesa Paris Match publicó una entrevista con Varoufakis titulada “Avant la bataille” (“Antes de la batalla”). Hasta ahí, nada que oponer. Lo malo fueron las diversas fotos que ilustraban el artículo y mostraban a Varoufakis abrazando a su esposa, la escultora Danae Stratou, en la terraza de su lujoso ático de Atenas, con fantásticas vistas a la Acrópolis, tocando el piano, o a punto de comer, ante una mesa con platos tan típicos como la ensalada de marisco y el sargo al horno. Cocina sencilla, pero dado el altísimo coste del pescado, considerada por el griego medio como “opíparo manjar” por estar totalmente fuera de su alcance desde que empezó la crisis.
Las opiniones sobre el artículo, muy al estilo de la revista “Hola”, no fueron muy halagüeñas que digamos. También en España el reportaje fue motivo de ásperas críticas, la más inclemente la de ABC, que dedicó a Varoufakis incluso su portada titulada "Así vive el populismo" y al que –haciendo alusión a la isla griega de Egina, donde su acaudalada esposa posee una bella mansión–, calificó de "marxista con isla". Un despiadado juicio con efecto boomerang según el diario digital ecoteuve.es, que titulaba su edición de ayer: “Grandes críticas a 'ABC' por su portada sobre Varoufakis”.
Claro que para comentarios airados, los que le brindaron sus propios compatriotas. Nada más aparecer la versión griega del posado para Paris Match en los diarios Enikon y Huffington Post, las redes sociales se colapsaron con las críticas de sus usuarios que, mayormente, pusieron al ministro a bajar de un burro.
También en Alemania, el prestigioso diario FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung) le dedica hoy una glosa que comienza con la frase “Muchas palabras, pocos hechos”, en la que el autor afirma que en los últimos días se ha originado una discusión en torno al futuro de Varoufakis, así como sobre su tendencia a conceder demasiado a menudo entrevistas a la prensa.
No seré yo quien acuse a Varoufakis de ser un “socialista de caviar y champán” por su suntuoso estilo de vida y más cuando sus ingresos como reputado economista y escritor, así como la importante fortuna de su esposa, son hartamente conocidos y han sido ventilados con fruición por los periódicos derechistas. Por el contrario, a mí me parece que ambas cosas no tienen por qué estar reñidas. Ser rico y ser de izquierdas no sólo son opciones compatibles, sino que son la prueba de que la conciencia social no es patrimonio exclusivo de un colectivo.
El reproche que le hago sin embargo al Ministro de Finanzas griego, no es ni el de poseer gustos exquisitos -que muchos de nosotros compartimos- ni el de tener una mujer rica (conozco a más de una española adinerada a quien, comentando “lo bueno que está”, casi se le han caído las bragas). Lo que más me fastidia, es que su afán de protagonismo -al que como mínimo se puede calificar de intempestivo y falto de sensibilidad- le haya traicionado y no se haya dado cuenta de que tanta ostentación puede llegar a herir la susceptibilidad de la mayoría de sus paisanos.
En un país arruinado y castigado por el austericidio, con dos rescates en la mochila y la amenaza de tener que abandonar el euro, el impacto producido por la frívola imagen de Varoufakis, haciendo alarde como un nuevo rico cualquiera de su alto nivel de vida, ha sido monumental y ha causado gran indignación. Cosa muy comprensible habidas las circunstancias. Es un ejemplo "de libro" de comportamiento estúpido y más viniendo de un político que no se reconoce como "casta". Algo que, por fuerza, tiene que enfadar a gran parte de la población griega que, harta de tener que lidiar con la cruda realidad del día a día, confió en las promesas electorales de SYRIZA al emitir su voto el pasado 26 de enero y ahora se siente traicionada.
Margarita Rey
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