A los españoles nos gusta vernos como rumbosos, desprendidos, dadivosos. Los extranjeros alaban las proverbiales generosidad y hospitalidad españolas, aunque algunas veces nos pasemos, y cuando vivimos en el Extranjero, viendo cómo se portan algunos con nosotros, no nos preguntemos si somos demasiado generosos, o dicho con otras palabras, no estaremos ”haciendo el primo”
Los turistas que visitan a España se quedan asombrados cuando ven cómo los españoles disputan para pagar la cuenta. El que consigue pagar se siente orgulloso de su proeza, cuando, así me decía un amigo alemán, en realidad el único motivo de orgullo tendría que ser el ahorrarse el gasto. Estos problemas no se dan en Alemania donde, como se sabe, lo normal es que cada uno pague su consumición, es decir, se paga a escote.
Como español que ha residido muchos años en Alemania me pregunto si realmente se siente ufano el que paga, o si no le rodará algún gusanillo por el coco, que le recordará lo pachucha que está su cuenta bancaria. Pero, en cualquier caso, si asomara alguna sombra de duda por haber sido el pagano, el español pata negra la apartará de su cabeza de un manotazo imaginario por indigna de un hidalgo. Y si la cuenta del banco anda birriosa, el buen español moderno tira de tarjeta de crédito, como nuestros antepasados tiraban de la espada o el sable. Por cierto, desde que existen las tarjetas de crédito está desapareciendo la tradición tan ibérica del sablazo. Ahora, los sablazos se dan a los bancos, con lo cual se salvan muchas amistades. Todos conocemos ese dicho de que quien presta a un amigo, pierde el dinero y al amigo”. Los bancos no son amigos y nunca pierden su dinero.
Decía que nos gusta que nos vean como generosos y desprendidos. Pero curiosamente el castellano es una de las lenguas que más vocablos y refranes tiene para expresar la tacañería. Para tacaño tenemos, entre otros, los siguientes sinónimos:
- Ruin, mezquino miserable, avaro, cicatero. Y en un plano coloquial:
- Agarrado, engurruñido o roñoso.
En cuanto a refranes les voy a presentar nada menos que ocho:
Al que toma y no da, el diablo se lo llevará.
Guarda el avaro su dinero, para que pompee su heredero.
El avaro, si fuera sol, a nadie daría calor.
Por no dar, no da ni los buenos días.
La avaricia rompe el saco.
Tanto carece el avaro de lo que tiene, como de lo que no tiene.
Sarnosos y avarientos nunca están contentos.
Cuando pobre, franco; cuando rico, avaro.
¿Despreciamos tanto los españoles a los roñosos o avaros porque somos todos tan generosos? O ¿no habrá en ese desprecio un poquitín de autocrítica o de temor a escondidas inhibiciones a la hora de soltar la pasta? ¿No pensaremos como todo quisque que la pela es la pela y que es preciso mirar por la peseta (ahora por el euro). Nada habría de malo en ello. Al contrario, el ser más ahorrativos no nos vendría mal, es casi un imperativo que nos impone la maldita crisis, que parece golpear con más contundencia a los más pobres, aunque también los ricos la notan en sus balances de cuentas.
Pero volvamos a los tacaños. Incluso los jóvenes chelis (¡qué pronto se está quedando obsoleta esta expresión de “cheli”!) tienen su propio vocabulario para designar al avaro:
Agonías, taba, curichi, chopazo, chuti, rácano, roña y rata.
Y ¿qué les parecen estos dichos?:
Ser más agarrado que un chotis.
Ser devoto de la Virgen del Puño.
Ser del puño cerrado.
No dar ni la hora.
Gastar menos que un japonés en boinas.
Gastar menos que Tarzán en corbatas.
Breve apéndice:
En otro orden de ideas. Cuando vivía en Munich (Alemania) ya me llamó la atención la frecuencia con que se empleaba “para nada”, en frases como: “No lo he dicho para nada”. Entretanto, en los últimos diez años, “para nada” ha desplazado casi por completo a “en absoluto”. Esto no me gusta “para nada”. Las lenguas se empobrecen cuando nuevas expresiones fagocitan a las de siempre.
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