A las 21 horas en punto de hoy S.M. el Rey Felipe VI se dirigía al pueblo español desde La Zarzuela a través de todas las cadenas de televisión del país. El motivo es harto conocido por todos: la situación actual en Cataluña.
Para aquellos que no hayan podido verlo, especialmente los seguidores de este blog que viven en el extranjero, les ofrezco a continuación el texto íntegro (más abajo lo comentaré). Lo he copiado de la página web de la Casa Real, abierta a todos los españoles. Dice así:
"Buenas noches,
Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada -ilegalmente-la independencia de Cataluña.
Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada -ilegalmente-la independencia de Cataluña.
Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno.
Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.
Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando -desgraciadamente- a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada.
Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.
En definitiva, todo ello ha supuesto la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña. Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común.
Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.
Hoy quiero, además, transmitir varios mensajes a todos los españoles, particularmente a los catalanes.
A los ciudadanos de Cataluña -a todos- quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos.
Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.
Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza.
Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos.
Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación. En ese camino, en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña.
Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España".
Hasta aquí las palabras de Felipe VI a todos los españoles.
Muchos de nosotros, especialmente los que vivimos la alocución de su padre, Juan Carlos I, a raíz del fallido golpe de estado del 23-F 1981, estábamos esperando como agua de mayo el mensaje de Felipe VI sobre los últimos acontecimientos en el Principado.
En mi opinión, si bien don Felipe ha sido muy duro con los instigadores del mal llamado "Referéndum", yo no me he quedado nada tranquila después de escucharlo. Cierto, el Rey no puede (ni debe) asumir un papel político porque así lo establece la Constitución, es decir que está atado de pies y manos ante acontecimientos de esta índole.
A mí personalmente, eso de invocar a los “legítimos poderes del Estado”, que deben asegurar “el orden constitucional”, me parece muy bonito pero, francamente, no creo que dé ninguna salida a la insostenible situación que se está viviendo actualmente en Cataluña, donde el crecimiento del antiespañolismo después de la carga policial del domingo es evidente y el rechazo de los catalanes hacia el Gobierno de Madrid más que patente.
Reconociendo que hay que condenar la violencia de la policía contra las multitudes que querían participar en el simulacro de consulta popular (estoy convencida que los incidentes estaban bien calculado por parte de los organizadores, si no ¿por qué actuaron los Mossos de una forma tan tibia, sin implicarse?...), yo veo a una parte de la sociedad catalana atrapada en el discurso sesgado y demagógico de Puigdemont (en manos de la CUP y Òmnium Cultural) y Junqueras. Ciudadanos que, abducidos por palabras que apelan sobre todo al sentimiento, aprueban actos reprobables como la expulsión de varios hoteles de Calella de 500 guardias civiles que participaron en el dispositivo para impedir el pseudo referéndum del domingo y califican de "fuerzas de ocupación" a Policía y Guardia Civil, comparándolas a los opresores franquistas. ¡Sabrán ellos cómo se las gastaban las "fuerzas del orden" de don Paco!...
Desgraciadamente, las palabras de Felipe VI -un Jefe del Estado con autoritas y sin potestas- muestran su preocupación, son bien intencionadas pero no dejan de ser un brindis al sol. Rajoy y su vestal Soraya, encargada hasta ahora de las relaciones con Cataluña, harán lo que les salga de los mismísimos y, viendo la que han sido capaces de armar "gracias" a la ineptitud de Rajoy a la hora de buscar soluciones para el problema catalán, que venimos arrastrando desde hace años (despreciando además con prepotencia las propuestas de reforma federal de la Constitución presentadas por el PSOE en 2014), soy bastante pesimista. Citando a Albert Batlle, exdirector de los Mossos d'Esquadra, obligado a dimitir el pasado julio debido a su desacuerdo con la vía unilateral tomada por la Generalitat, "esto sólo puede acabar de dos maneras, o mal o muy mal".
Margarita Rey
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