Los medios españoles e internacionales de comunicación han venido analizando desde la pasada semana los resultados se las elecciones europeas del 25-M.
Muy llamativos son los resultados de la votación española, que han supuesto un batacazo para el PP, que ha perdido un millón de votantes, al igual que el buen morrón del segundo gran partido, el PSOE, con el que el partido que sustenta al gobierno no mantiene el 50% de diferencia, pero sí la suficiente mayoría para dejar a los socialistas en segundo lugar. Pero lo que más llama la atención a los observadores españoles y extranjeros es el “éxito” de los pequeños partidos, en su mayoría de izquierdas, que si también triunfasen en las elecciones de carácter nacional supondría el fin del caduco bipartidismo, que desde el final de la transición ha convertido a la política española en una especie de pingpong parlamentario.
El nuevo partido Podemos, cuyo portavoz lleva el nombre del fundador del PSOE y de la UGT, Pablo Iglesias, ha conseguido a la primera cinco escaños en el Europarlamento. Iglesias se ha convertido en la estrella de los periódicos, las radios y las televisiones, que se lo rifan. Podemos es un partido de izquierda, que en realidad está formulando las metas de un partido socialista en un futuro gobierno: comprometerse con los más pobres, ayudar a la clase media trabajadora y reducir drásticamente el paro, involucrando a los patronos en la creación de empleo. Y, no en último lugar, la mejora de la seguridad social, podada a hachazos por el PP, que se ha dedicado a privatizar sus clínicas y hospitales públicos, desgraciadamente un buen y seguro negocio. Algunos críticos tachan de populismo las propuestas de Iglesias.
Fríamente examinado, semejantes metas, defendidas por Pablo Iglesias, las puso en práctica el PSOE de Felipe González desde el mismo momento en que ganó las elecciones del 28 de octubre de 1982. ¿A quién sino se deben las pensiones no contributivas, un sistema de educación gratuita y una sanidad pública y universal? Todos estos logros los ha ido desmantelando el PP desde que ganó por mayoría absoluta las últimas elecciones. Ahora, tal y como están las cosas, suenan a utopía cuando se incluyen en un programa electoral. Pero las utopías se realizan en buena parte con un constante trabajo, con ilusión y con la firme voluntad de avanzar poco a poco para el bienestar de los ciudadanos.
Pero, desgraciadamente para los que desde nuestras creencias socialistas hemos vivido el auge y la caída del Partido Socialista Obrero Español, las nuevas voces políticas llegan en unos momentos en los que el PSOE debate y discute sobre su nueva identidad, su posición en el mapa político español, el rejuvenecimiento y los planteamientos del más que centenario partido ante el nuevo Sistema del capitalismo internacional, al que también se adhiere el PP.
En el PSOE (al revés que en el ultraconservador PP) no se trata de quebrantar lealtades, sino de poner a cada uno en su sitio. El veterano Rubalcaba ya ha anunciado su dimisión para después de las primarias. Vía libre para la juventud socialista, bien preparada y muy capaz de gobernar, para llevar a buen puerto una España más democrática, más justa y más social sin necesidad de caer en el populismo de otras formaciones emergentes.
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