jueves, 5 de febrero de 2015

Sociedad: Cuando la tacañería se convierte en virtud



Ayer los telediarios informaban del fallecimiento de una anciana de 86 años, Virginia Pérez Buendía, en septiembre de 2014 en un piso de su propiedad sito en la calle Marqués de Cubas de Madrid. La mujer era oriunda de Valverde del Júcar (Cuenca).

La noticia no hubiese sido tal de no tratarse de una de esas típicas solteronas hurañas, sin trato con el vecindario y con fama de tía Gilita, que ha dejado toda su fortuna calculada en unos 10 millones de euros íntegramente para su pueblo natal. La condición es que se emplee específicamente para dar estudios a niños y jóvenes con capacidades, cuyas familias carezcan de recursos económicos para pagarles una carrera.

La señora Virginia Pérez Buendía vivía completamente sola y, debido a su peculiar carácter, no gozaba de muchas simpatías ni en Madrid ni en el idílico pueblecito de 12.000 habitantes, entre las riberas del Júcar y de los Gritos y cercano al embalse de Alarcón. De hecho vivió y murió como una miserable. Nadie la echó en falta y su cuerpo sin vida tardó dos semanas en ser descubierto.
 
Virginia no tenía ningún familiar directo, así que en 1983 redactó su testamento en el que dejaba toda su herencia (centenares de hectáreas de tierras de labor, propiedades, dinero a plazo fijo y acciones) para  crear una fundación benéfica encargada de conceder becas de estudios a niños de familias humildes de Valverde. Como albaceas nombró al párroco del pueblo,  al alcalde y al juez de paz.

A principios de noviembre fue enterrada en su pueblo natal que ahora le dedicará un pequeño parque vecino a su casa que, a su vez, será convertida en museo etnográfico y llevará también su nombre como homenaje del pueblo que la vio nacer y donde residió la mayor parte de su vida.

La tristeza que todo óbito implica ha dado paso en Valverde del Júcar a la alegría de saber que muchos niños de la localidad van a ser los beneficiarios de la nueva fundación Pérez Buendía. Como señalaba el alcalde: “Virginia nos ha dejado su gran corazón. Es la mejor apuesta. El futuro de nuestros hijos, de nuestros pequeños”.
 
Margarita Rey
 
 

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