jueves, 19 de febrero de 2015

Atalaya: Bipartidismo


 

Muchos críticos rechazan el bipartidismo como dictadura de los viejos elefantes. La crítica es certera si  el bipartidismo se utiliza como barrera de contención contra los partidos menores, que jamás pueden conseguir que su opinión sea escuchada o tenida más o menos en cuenta por los dos mastodontes que ocupan el poder, en el mejor de los casos alternándose.

En una auténtica democracia, el bipartidismo tiene la ventaja de que, mediante los votos, se exprese la voluntad de los ciudadanos globalmente, formándose mayorías que permitan  gobernar el país, sin el guirigay de los grupúsculos y pequeños partidos, algunos formados para satisfacer el ego de sus dirigentes, ávidos de poder.
 
Uno de los obstáculos de la democracia, que sólo un gran partido consolidado puede superar, es el maremágnum que se organizaría si valiesen igual los votos de un pequeño partido que los votos de las grandes fuerzas políticas. Pero aquí yace la gran responsabilidad de los partidos mayoritarios: una auténtica democracia ha de tener en cuenta también  los deseos de los pequeños. En cuanto más democracia, más libertad, más justicia y más equidad. Una  discriminación por el número de diputados  desembocaría en lo que  se llama “partido único”.
 
Y aquí tiene su misión el otro gran partido en la oposición: velar por los derechos de los partidos  representados en el parlamento, expresar su rechazo a la política del gran partido en el poder y hacer bueno el principio de que en la democracia han de ser respetados y escuchados los partidos minoritarios, que expresan la voluntad de segmentos de  la sociedad. Pero es el deber de todos hacer una piña en torno a la democracia si surge un dudoso partido, que quiere cambios (¿en qué sentido?) y cuyo discurso es en gran parte populista y demagógico. Muchos dirán que no pueden dado  el peso del poder.

No estoy de acuerdo. En una democracia, si los demócratas se unen, sí podemos ampliar y mejorar nuestro sistema democrático. La democracia vive de la renovación. Los no demócratas que queden arrumbados en cualquier recodo del camino.
 

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