miércoles, 2 de abril de 2014

Pincelada: Españoles en París


 

El lunes nos llegaba la noticia del nombramiento como primer ministro francés y la victoria en las elecciones a la alcaldía de Paris de dos políticos de origen español, Manuel Valls (Barcelona 1962) y  Anne Hidalgo (San Fernando/Cádiz, 1959) respectivamente, ambos militantes del Partido Socialista francés.

Mientras que el hasta ahora ministro del interior, Valls, proviene de una familia barcelonesa  intelectual y acomodada (su padre era el reconocido pintor exiliado, Xavier Valls), Anne Hidalgo es hija de modestos emigrantes gaditanos, de pensamiento republicano y represaliados por el franquismo, que, como tantos españoles de la época, se instalaron en Francia huyendo de la penuria y de la represión.

Pero las disparidades entre ambos políticos no acaban aquí. Al licenciado en Historia, Manuel Valls, se le considera un representante del ala más conservadora dentro del partido. Sin embargo, la doctora en derecho social y funcionaria Anne Hidalgo (ex  inspectora de trabajo y durante 13 años primera teniente de alcalde de la alcaldía de Paris) ha hecho carrera con una política progresista y social, muy cercana a las necesidades de los ciudadanos y con un estilo político más bien “verde”. Y es precisamente gracias al respaldo de “Los Verdes”, el tercer partido más votado en la primera vuelta, que Hidalgo ha conseguido ganar con 54,5% (casi 10 puntos de ventaja sobre su rival, la conservadora Nathalie Kosciusko-Morizet) la temida segunda vuelta.

Diferencias ideológicas aparte, ambos tienen un denominador común: “la grandeur” de Francia, que les ha permitido hacer carrera en un país en el que no nacieron. Un país que, a lo largo de su convulsa Historia, ha sido capaz de aglutinar e integrar a la segunda generación de humildes emigrantes con apellidos tan dispares como Martiní, Fernandéz, Zamperonní o Mullér (el acento en la última sílaba representa la pronunciación a la francesa), dándoles igualdad de oportunidades con becas de estudios, gracias a las cuales han podido llegar donde hoy están. Sus carreras habrán probablemente experimentado alguna vez las cortapisas habituales dentro de los partidos políticos, pero estoy más que segura que no habrán sufrido ningún tipo de discriminación por ser originarios de un país extranjero. Algo impensable, por ejemplo, en España (especialmente a partir de ahora con los recortes de Wert). O en Alemania, país donde el único lugar en el que un apellido extranjero no llama la atención o se ve con benevolencia, es en la Bundesliga (Primera División de fútbol).
Margarita Rey


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