viernes, 18 de abril de 2014

Atalaya: Semana Santa



 
Ya hemos entrado en la recta final de la Semana Santa en España, una recreación de los últimos días hasta la crucifixión de Jesús y, el mensaje después, de la resurrección.  Las procesiones, sobre todo las de Sevilla, constituyen un gran evento que atrae  a turistas de toda la Península Ibérica y asimismo a gran número de extranjeros, que se sienten fascinados por la mezcla de profunda religiosidad de muchos participantes  , sobre todo los nazarenos que cumplen ahora una promesa hecha en situación desesperada, sobre todo en cuanto a la salud propia o de algún ser querido y se someten a duros castigos (flagelación , caminar descalzos arrastrando cadenas o llevando sobre los hombros un pesado madero en forma de cruz).

Puede decirse que en la secular tradición de la Semana Santa se funden creencias de los muchos y variados pueblos que han colonizado a Andalucía, nombre que algunos filólogos atribuyen a los vándalos germánicos, que junto a otras tribus  godas, como los visigodos y los alanos se asentaron en el sur de España.  Muchos siglos antes de la migración de los pueblos germánicos, descubrieron a España los iberos, que llamaron a la nueva patria Iberia. Después, atraídos por la riqueza del país, acudieron a Iberia, los fenicios, que ya habían oído hablar de un pueblo con fantásticas riquezas, los tartesos que muy bien podían haber sido una rama de los iberos. Después de los fenicios vinieron a Iberia, para establecerse en ella, los celtas, que después de guerrear con los iberos, se fundieron con  ellos: los celtíberos.  A lo largo del tiempo, los cartagineses quisieron quedarse con un país tan rico, pero fueron derrotados por  los romanos  que fundaron asentamientos en todo el país. Los griegos también tuvieron colonias en Iberia, que desde la llegada de los romanos pasó a llamarse Hispania. Luego, 711, vino la invasión de los árabes, que duró 8 siglos (Al Andalus). Por ser secularmente parte de la abigarrada cultura andaluza, hay que señalar que hace poco más de 500 años llegó a Andalucía la etnia gitana que fundida con la cultura de aquella parte de Hispania, crearon un estilo peculiar, triste y alegre, trágico y exuberante: el cante y el baile flamencos. Flamenco es también el quejido de las saetas que manan de las gargantas de personas muy creyentes, al desfilar los pasos, a cuestas de los costaleros, en las procesiones de Semana Santa..

En un pueblo, como el andaluz, que ha vivido tanta razas y culturas,  no es extraño que la Semana Santa tenga también un componente pagano,  lo cual también  puede decirse de la Semana Santa en el resto de España.

En Sevilla la talla más popular y querida es la de La Macarena (María Santísima de la Esperanza), de autor desconocido. Es una auténtica belleza femenina, aunque me imagino que el clero la ha desposeído del sexo. Es lástima que algo tan bello haya sido profanado por la cercanía del traidor a la República y alcohólico general Queipo de Llano (del que lució hasta hace poco su fajín militar), quien durante el golpe de estado del sublevado general Franco, asesinó a 3.022 personas. Así es la Iglesia nacional católica española y así se ha burlado siempre de los ingenuos creyentes.

 
 

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