viernes, 12 de septiembre de 2014

Rincón del lector




Nos gusta, de vez en cuando, reproducir los correos que nos llegan de nuestros lectores. Esta vez le ha tocado el turno a la carta de un amigo italoperuano, de gran cultura y con estudios universitarios, que residió décadas en Alemania, antes de jubilarse y regresar a la tierra de sus ancestros, Calabria (Italia). Entre otras cosas, se explaya sobre el malestar reinante en aquella región del sur de Italia debido a la omnipresencia de emigrantes subsaharianos y el supuesto trato de favor que reciben por parte de las autoridades italianas. Para que vean que, en todas partes cuecen habas, les reproducimos a continuación los comentarios de nuestro amigo, fruto de su análisis tras observar con atención la realidad que se vive día a día en un pueblecito de la Italia meridional. Su carta dice así:

“….De la situación general, ustedes estarán mejor enterados que nosotros, pero incluso en este Kaff (pueblo de mala muerte, pueblucho) de 13.000 habitantes hay mucho malestar, porque te ponen pesos que la población ya no puede sostener; aquí hay gente que después de más de 30 años de trabajo recibe 400 euros, y al mismo tiempo los 100 subsaharianos que han sido destinados aquí, se sabe muy bien que reciben unos 1100 euros al mes en efectivo, además de casa y comida (el hotel de la calle Firenze); la gente los ve paseando todo el día o jugando a la lotería en las tabaquerías; ya una vez destruyeron ese hotel y la estación porque exigían la "tredicesima" (paga extra de Navidad). No es de extrañar que la gente empiece a votar la Lega Nord también en el sur (la LN, Liga Norte, es un partido político de la derecha radical, afincado en el norte de Italia, parecido al lepenismo francés, que rechaza rotundamente la inmigración ilegal). Sin hablar de las muchas veces en que han tirado por el suelo la comida (con carne) que les sirven. Naturalmente, los italianos tienen que encargarse de limpiar incluso los baños, porque de otro modo "Europa" los acusa de racistas. El italiano es muy sensible a la arrogancia, y la soporta menos todavía en quien está recibiendo generosa ayuda.

En fin, seguramente hay problemas más importantes en el mundo, y se ven cada día, pero las cosas tampoco pueden quedar así, sin tomar decisiones.

Esperamos que por lo menos en España las cosas vayan mejor, porque cuando las personas echan mano a los ahorros, o deben depender de padres, suegros o hermanos para sobrevivir, se llega a un grado muy penoso de humillación. Y también que la "mala racha" europea y mundial sea breve y que se pueda respirar de nuevo”.

Hasta aquí la carta que nos ha llegado desde el sur de Italia.

Coincidirán conmigo en que las interesantes reflexiones de nuestro amigo y lector no tienen desperdicio y más viniendo de alguien que, como bien nos consta, no es ningún racista.

Ya es hora de que Europa tome cartas en el asunto y deje de mirar para otro lado cuando se trata de solucionar el problema con el que tienen que lidiar diariamente las localidades costeras italianas y españolas. ¡Cómo si el problema de los subsaharianos desesperados que arriesgan su vida por escapar del hambre reinante en sus países no fuese con Europa, cuando Italia y España, al fin y al cabo son tan sólo puertos de entrada que sirven de trampolín para otros destinos dentro de la UE menos tocados por la crisis!
Los bien remunerados calientasillones de Bruselas harían bien en buscar medidas efectivas para contener de alguna manera ese flujo migratorio que nos llega de países regidos en su mayoría por sátrapas corruptos, que por egoístas motivos geopolíticos o simplemente estratégicos, gozan de la tolerancia y benevolencia de casi  todos los gobiernos que nos rodean (y a los que, encima, para más inri, suministramos armas).

¿Cuánto tiempo más se va a prolongar esta situación, a la larga insostenible, que puede estallarnos en las manos en cualquier momento si no se toman pronto las decisiones oportunas? Todavía se puede hacer algo, pero todos sabemos que el tiempo corre en nuestra contra. Esperemos que los responsables despierten de su letargo para impulsar con carácter urgente medidas efectivas para reconducir las cosas sin romper demasiada porcelana por el camino. Con eso, al menos, justificarían sus generosos sueldos.

Margarita Rey




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