miércoles, 29 de enero de 2014

Atalaya: Lisístrata


 
Observando la situación de la mujer en un mundo desde miles de años, cobra actualidad la comedia de Aristófanes (411 de nuestra era), Lisístrata. Se trata de una misión especial encomendada a la griega heroína en la sangrienta guerra del Peloponeso.

Lisístrata convence a las mujeres de Grecia que se declaren en “huelga del sexo” ante sus maridos, amantes o “clientes de la cama”, hasta que los griegos firmen la paz y pongan fin al cruento conflicto bélico. La operación tuvo éxito, pero llevó la guerra a los dormitorios. Para los hombres y no pocas mujeres tardó un tenso tiempo hasta que la paz también reinó en las alcobas.

La triste realidad es que, en nuestro mundo tan civilizado, todavía existe la discriminación de la mujer, ya sea en el hogar (no se tiene en cuenta el gran trabajo de las mujeres en casa, con la educación de los niños, los cuidados al esposo, y, encima, si tienen que trabajar fuera del hogar). El machismo no está aún erradicado, aunque puntualmente se permita a las mujeres desempeñar trabajos antes solamente reservados a los “hombres”. Así, todavía se practica la norma de que a trabajo igual, sueldo (salario) desigual. Las mujeres son más baratas, similar norma que también se aplica a los inmigrantes.

Donde la discriminación resulta más indignante es en la política, en la que la mayoría son hombres, aunque  poco a poco la mujer se va abriendo paso, empleando toda su inteligencia, que en no pocos casos es superior a la de los hombres. Ha habido mujeres extraordinarias, como la emperatriz rusa Catalina La Grande, no aconsejable a hombres poco recios: según la leyenda, Catalina, a quien gustaban mucho los hombres, escogía para cada noche a un atractivo oficial de su guardia. Si no “cumplía”, el joven oficial era fusilado a la mañana siguiente por orden de la Emperatriz. Bien. También hay compañías femeninas no recomendables. Volviendo a la actualidad, han pasado a la historia mujeres como Golda Meir, Margaret Thatcher o, por no alargar la lista, la en España muy citada Angela Merkel.

Donde más dolorosa se hace la discriminación es en leyes muy negativas para las mujeres, urdidas, en su mayoría, por hombres. Y me pregunto: ¿qué sabrá el señor Gallardón y sus asesores laicos o religiosos, de lo complejo del aborto? En un caso así, ¿no sería lo sensato y lo justo que fuesen las mujeres quienes elaborasen la ley? Contra esta ley existe  resistencia incluso entre las mujeres del PP.

Las mujeres, en especial las españolas, que han vivido amarradas al macho durante la dictadura franquista (se penalizaba el adulterio femenino con cárcel, pero el hombre salía indemne), todavía necesitan una Lisístrata. El dramaturgo Aristófanes no ha perdido actualidad, sobre todo en nuestro país.

 
 

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