lunes, 20 de enero de 2014

Atalaya: España es diferente


 

No conozco ningún país europeo en el que un fiscal ordene al juez instructor parar las investigaciones porque los documentos que van saliendo a luz no son suficientemente probatorios.
 
Por otra parte, resulta ya extraña  la cantidad  de  años de instrucción cuando un escándalo afecta al PP. Entre  los varios casos, dejando a un lado al imputado más señalado, Bárcenas, en prisión  preventiva en Soto del Rea, está el llamado “Caso Gürtel” (Gürtel significa en alemán, "correa").
 
Gran teatro se ha organizado por el hecho de que sea imputada la Infanta Cristina y que esté a disposición del juez de instrucción, medidas que intenta anular otro fiscal. La Infanta había ayudado a su esposo Urdangarin en sus millonarios manejos, pero por lo visto no sabía ni lo que leía y firmaba. Cuesta creer que Juan Carlos, suegro del presunto corrupto, haya influenciado para nada al Juzgado de Palma. Ya nos dijo en un anterior mensaje que “todos los españoles son iguales ante la Ley. Aquí, más bien, cabe suponer un exceso de celo en despertar las simpatías del monarca, cuando en realidad se está perjudicando al Rey, a la Infanta y a la Casa Real.
 
En España, junto a la maloliente corrupción, existe también un tráfico de influencias sobre el que se sustentan los sucios negocios. También hay mucho pelotilleo en las alturas y muchos estómagos agradecidos, algunos incluso con capelo cardenalicio.
 
Si queremos que nuestra democracia sea por fin una democracia como en Europa, los partidos deberían someterse voluntariamente  a una fuerte rigidez ética y a una disciplina que haga imposibles acontecimientos como el caso Bárcenas, poderoso hombre de PP y mano derecha de Rajoy. Por supuesto, también los socialistas deberán hacer limpieza general. Por otra  parte, dudo de que haya la suficiente separación entre el ejecutivo (y los partidos)  y el Consejo General del Poder Judicial, una de las principales garantías democráticas. En mi opinión se necesita un Consejo General del Poder Judicial, en el que los partidos carezcan de influencia. Si los ciudadanos no creen en la Justicia, dejarán de creer en la Democracia. Ya conocemos las consecuencias.
 
 

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