El sábado 28 de noviembre, haciendo zapping, me topé en el modesto Canal Regional de Castilla-La Mancha con una joya de programa para los amantes del cine club: “El callejón de las maravillas”. En él, los cinéfilos pueden disfrutar de obras maestras sin ningún anuncio que las interrumpa y, una vez finalizada la peli, la presentadora Wenceslá Berrendo y tres tertulianos más, todos ellos expertos en la materia, hacen un coloquio muy interesante en torno al filme.
Tuve la gran suerte de que el susodicho canal emitiese ese preciso sábado “Un marido ideal”, un vodevil encantador de Oscar Wilde, llevado a la pantalla en 1947 por el director y productor estadounidense de origen húngaro Alexander Korda, e interpretada por Paulette Goddard, Michael Wilding, Diana Wynyard y Hugh Williams, entre otros. Especialmente Paulette Goddard, en el papel de la malévola engatusadora Mrs. Cheveley, clava al personaje.
Además de haberme leído la obra, no es la primera vez que veo esta pieza tanto en el teatro como en el cine. Pero, eso sí, nunca la había visto en versión española. Reconozco que no soy muy amiga de las sincronizaciones a nuestro idioma en la forma que se hacían antiguamente. Por aquel entonces, los locutores que prestaban su voz a los actores solían poner demasiado énfasis en los textos, lo que les restaba naturalidad. Su principal defecto era que declamaban más que hablaban. Sin embargo, en este filme da gusto oír los diálogos que suenan totalmente naturales. Afortunadamente, diría yo. Lo contrario hubiese sido una auténtica lástima que me hubiese privado de disfrutar plenamente de tan chispeante comedia.
Me parece que ya comenté alguna vez que Oscar Wilde es uno de mis escritores favoritos. Aparte de su inigualable estilo, lleno de humor y de ingenio, Wilde era un gran observador social. Me encanta su forma de retratar a la alta sociedad inglesa (especialmente la londinense) de la época, que roza a veces la crueldad, y pone de manifiesto la mojigatería no exenta de hipocresía de sus conciudadanos. Considerada como una de las obras maestras escritas en inglés, Wilde utiliza esta comedia “moral” como provocación para hacernos reflexionar sobre la facilidad que tienen algunos de condenar actos ajenos sin tener en cuenta que casi todos nosotros tenemos (o podemos llegar a tener) algún cadáver en el armario.
Si mi alegría ante semejante hallazgo fue mayúscula (independientemente de mi predilección por Wilde, me confieso incondicional de las buenas películas antiguas), mayor fue mi sorpresa ante un programa tan logrado a pesar de su ajustado presupuesto (algo que salta a la vista). Y es que la inteligencia no está reñida con la austeridad.
Así que les recomiendo, si tienen la posibilidad de poder sintonizarlo, que vean, aunque sólo sea de vez en cuando, ese estupendo programa que es “El callejón de las maravillas”, que se emite todos los sábados a las 10 de la noche.
Margarita Rey
Excelente clásico de 1947, un marido ideal.llenó por completo mis espectativas.
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