Ayer noche recibimos la llamada desde Múnich de un amigo griego de toda la vida, Costas. Había oído mi mensaje en el contestador justo a su llegada de Grecia, donde sigue conservando el piso que había sido de su madre en Atenas y una casa en el Peloponeso. No quiso hacernos esperar ni un momento para darnos noticias suyas. Le habíamos dejado el recado de que estábamos preocupados al presumir que su esposa y él podrían encontrarse en estos difíciles momentos en Grecia.
La familia de Costas siempre ha pertenecido a la clase media-alta, que tradicionalmente ha venido mandando a sus hijos a colegios privados de enseñanza bi- o trilingüe. En un país tan pequeño como Grecia es muy importante saber idiomas si se quiere prosperar en la vida. Este fue también el caso de Costaki, como le llamamos todos cariñosamente, que hizo su bachillerato en el Colegio Alemán de Atenas y luego su familia le mandó a estudiar Economía a la Universidad de Múnich.
Toda su familia era desde siempre votante de la izquierda (en el piano del salón de su casa había tocado más de una vez Theodorakis) y Costas tenía incluso carnet del PASOK, por lo que se afilió al SPD nada más llegar a Múnich. Manuel y él se conocieron en las Juventudes Socialistas a mediados de los 60. Después del golpe de Estado de los Coroneles en 1967, Costas comenzó a trabajar activamente desde el exilio contra la Junta militar. Su cometido era redactar manifiestos para la Prensa. Eran años convulsos, también en Alemania, donde la derecha estaba desmadrada porque veía que los socialdemócratas le iban a comer la merienda dada la creciente popularidad del antiguo alcalde de Berlín, Willy Brandt, vicecanciller en la primera Gran Coalición entre CDU/CSU y SPD. Españoles y griegos sentían devoción por Willy y le dieron apoyo activo para que pudiese convertirse en 1969 en primer canciller socialdemócrata de la posguerra.
En 1970, Costas empezó a escribir artículos para la publicación del SPD Münchener Post (El Correo muniqués), donde también colaboraba Manuel con sus virulentos comentarios contra el régimen franquista. El Münchener Post había sido el órgano socialdemócrata para Baviera de 1888 a 1933, que fue prohibido por los nacionalsocialistas. Fue refundado en 1970 para apoyar a Willy Brandt en su Ostpolitik y, de paso, respaldar a los demócratas españoles y griegos que, desde el exilio, se jugaban el tipo para poner su granito de arena al restablecimiento de la democracia en sus países de origen. Su director era un joven periodista y estudiante de Derecho, Christian Ude, que en 1993 fue elegido alcalde de Múnich, cargo que ocupó hasta hace tan sólo un año, que decidió jubilarse. con 67 años. Mi cuñada María Dolores, por aquel entonces estudiante de Derecho, de vacaciones en Múnich, tuvo la oportunidad de conocerle personalmente en una reunión en nuestra casa donde nos visitó por sorpresa para desearnos felices fiestas toda la plana mayor de las Juventudes Socialistas locales con sus compañer@s y espos@s. Como todos los demás, Ude trabajaba para la Münchener Post a título honorífico, sin ningún tipo de retribución. Más tarde, cuando el director de los programas en griego para la radiodifusión alemana, Pavlos Bakoyanis, volvió a Grecia para dedicarse a la política (se casó con la hija del político conservador Mitsotakis), lo que le costó la vida al ser tiroteado por un terrorista hace 25 años, Costas ocupó su puesto convirtiéndose así en compañero de departamento de Manuel.
Si he hecho este largo prefacio es para poner claramente de manifiesto que Costas no ha sido ni será jamás un hombre de la derecha. Siempre ha defendido postulados de izquierdas, especialmente en lo que a justicia social se refiere.
Ayer le oímos triste y muy preocupado por los últimos acontecimientos en su país, que él había presenciado en estos dos últimos meses en vivo y en directo. Lo que nos refirió puede que a algunos no les guste, pero es la opinión de un demócrata griego que ha vivido la mayor parte de su vida en Alemania, desde donde probablemente, debido a la distancia, se tiene otra perspectiva de las cosas aunque se pasen largas temporadas en la tierra natal. Eso sí, antes de nada, quisiera subrayar aquí el comprensible enfado de nuestro amigo por el nefasto papel que en todo este proceso han jugado los medios de comunicación privados en Grecia y otros países de la Eurozona, especialmente Alemania, y la presión descarada –por no llamarle chantaje– ejercida desde algunos gobiernos europeos (entre los que también se encuentra España, con las desafortunadas declaraciones de Mariano Rajoy), en un intento de influir en los resultados del referéndum de Tsipras. Una clara injerencia en los asuntos de un país soberano.
Según Costas, lo que está viviendo ahora Grecia es el resultado de las políticas fallidas y clientelares de todos los partidos que han gobernado su país desde la proclamación de la Tercera República Helénica el 24 de julio de 1974 tras el derrocamiento de la Junta Militar. Pero también el pueblo griego es culpable. Un pueblo que ha vivido siempre por encima de sus posibilidades, acostumbrado a la mamandurria y al enchufismo, a la Economía sumergida y a que se lo den todo hecho. Más dado a criticar a voz en grito en la barra del bar a sus representantes políticos que a vigilarles de cerca para que cumplan sus promesas electorales. Los griegos han asistido impasibles año tras año a la dilapidación de las ayudas que llegaban de Europa. Nadie ha sido capaz de presionar al partido de turno en el poder para que esas importantes sumas se utilicen de forma útil, en la construcción de carreteras y de un Estado Social moderno, que incluye también el sistema fiscal, cuya principal característica es el laxo control por parte de Hacienda (donde algunos funcionarios corruptos no le han hecho asco a sobornos por parte de los empresarios o personas investigados), bien conocido por todos, que facilita la evasión por parte de todas las capas sociales por la sencilla razón de que allí la gente siempre ha pensado que Hacienda son los otros. Sólo los asalariados del sector público y privado no han podido, por motivos obvios, ocultar sus sueldos reales, lo que les ha obligado con el consiguiente mosqueo a tributar debidamente a Hacienda.
Al parecer, desde la fraudulenta entrada en el euro de Grecia, los griegos –con esa mentalidad propia de los nuevos ricos– se dedicaron a gastar de forma descontrolada dinero a manos llenas, tanto como Gobierno como en plan doméstico, en una orgía de préstamos sin sentido concedidos por los Bancos. Algo parecido a lo que sucedió también en España antes de que pinchase la burbuja inmobiliaria, pero cien veces peor por carecer Grecia de unas mínimas infraestructuras sociales (muchos de los trabajadores no tenían Seguridad Social, sea porque el empleador no les declaraba o porque estaban de acuerdo en trabajar al negro para poder disponer de más dinero en la mano).
Con esas premisas, ¿a quién puede extrañar que Syriza ganase las Generales con un programa electoral plagado de promesas ilusorias? Para Costas y su entorno (no olvidemos que acaba de regresar de una larga estancia en Grecia) la consulta de Tsipras el pasado domingo sería más un desesperado intento de apaciguar las fieras más radicales dentro de Syriza, que quieren morderle la pantorrilla al Presidente porque consideran que ha cambiado su postura desde que llegó al poder, que el deseo de darle voz al pueblo para que manifieste su descontento frente a la actitud de Europa, más que harta de los desplantes y vaivenes de Varoufakis & Co.
Costas cree que, con o sin referéndum, Tsipras tendrá que pasar por el aro, siempre que la Eurozona le dé una última oportunidad, más por el propio miedo al efecto dominó (de contagio) que podría conllevar que por convencimiento. Él, personalmente, está convencido que Grecia está perdida y que la única solución para evitar el GREXIT sería un gobierno de concentración, algo difícil habida cuenta de la fragmentación política en el país heleno. Syriza no sería de fiar, ni como interlocutor de la comisión de la UE y el FMI ni como partido en el poder (Costas dixit).
Dice Costas que sus compatriotas, tienen una marcada tendencia a sobreactuar cuando se ven acosados. Y todavía más si se trata de un enemigo exterior, en este caso La Troika. Entonces se defienden con uñas y dientes, aunando fuerzas ante el atacante. Por eso, muchos griegos que no están de acuerdo con las políticas de austeridad que les han empobrecido todavía más, han dicho OXI a Tsipras, a pesar de no haber votado a Syriza ni tener la intención de hacerlo jamás. Ahora están aterrados de las consecuencias, que pasan por el corralito y no se sabe muy bien ni cuándo ni cómo acabarán. Ha sido un voto de protesta, una bofetada a la Sra. Merkel que puede tener gravísimas consecuencias. A menos que las presiones que pueda ejercer Obama sobre Merkel den sus frutos. Obama quiere evitar por todos los medios que Grecia caiga en brazos de Putin, creándose así un nuevo conflicto militar en una zona de altísima importancia estratégica, no sólo por su cercanía a Turquía. No olvidemos que Grecia está armada hasta los dientes (su presupuesto militar es el tercero más alto de la OTAN en relación con el PIB, tras los de Estados Unidos y Reino Unido). Por su situación geográfica, a caballo entre Europa y Asia y con los Balcanes a tiro de piedra, se enfrenta a grandes riesgos, como son las guerras en Siria e Irak y la vecina y odiada Turquía. Pero podría también servir en un momento dado de dique de contención ante la amenaza yihadista. Por ese motivo, también Tsipras se ha negado a un recorte de los gastos militares de 400 millones de euros, como le pedían en la mesa de negociaciones del Eurogrupo.
Hasta aquí la crónica fidedigna de la conversación telefónica de ayer con un gran amigo griego, periodista ya jubilado y escritor, excelente conocedor del día a día griego, que regresó a Múnich antes de lo previsto para poder repartir su dinero en efectivo entre sus más allegados por si los Bancos permanecían cerrados más allá de lo que dice el Gobierno. He querido contársela para que cada uno la contraste con la prensa y otras fuentes y pueda formarse así su propia opinión.
Margarita Rey
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