Todavía resuenan en mis oídos las palabras de Rajoy de que querrá ser el próximo Presidente del Gobierno en las elecciones generales de noviembre. Lo mismo que Aznar usó el dedazo para encumbrar al gris Rajoy, éste utiliza el propio dedo para nombrarse presidente de la próxima legislatura, si el PP ganara las elecciones.
Aunque el PP es un búnker cerrado a la opinión pública, los medios saben que existe descontento entre los jóvenes por el (los) escándalo(s) de la corrupción de altos vuelos, por la forma autoritaria con la que el presiente dirige al partido, del que espera sumisión completa; y por la falta de democracia interna, no existiendo en estos momentos primarias. Las damas de Rajoy, Soraya Sáenz de Santa María y MarÍa Dolores Cospedal, explican y justifican los modos y maneras de su jefe y juran que en el PP reina un a fuerte cohesión. Ya veremos si Rajoy se decide por fin a modificar su gabinete, apartando a ministros que son un lastre como el de Interior Jorge Fernández Díaz (fácilmente se pudo quitar de encima al insostenible Alberto Ruiz Gallardón, pero ¿podrá ahora despedir sin contemplaciones a los ministros que le estorben?) o el señor Wert y su engendro de plan de educación.
Tenemos otro nuevo aviso o amenaza. Rajoy ha acusado a Pedro Sánchez de una deriva del PSOE hacia la izquierda radical y le ha advertido que no habrá conversaciones entre el PP y el PSOE si llega a algún acuerdo el PSOE con Podemos. Sánchez ya ha replicado tanto a Podemos como a Rajoy que el PSOE no se dejará llevar por derroteros distintos a los seculares socialistas democráticos.
¿Están Rajoy y su PP en condiciones de poner condiciones? Que se sepa, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, parece hasta ahora no estar demasiado por la labor de colaborar con el Partido Popular.
La derechona con la Patronal (CEOE) detrás, y el propio PP a través de los medios allegados a Génova, ya empiezan a lanzar consignas encubiertas, recordando al Frente Popular (enero 1936), compuesto por diversos partidos de izquierda (también el PSOE) ante la reaccionaria política de la derecha, principalmente de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), presidida por José María Gil Robles, que después fue descabalgado por Franco.
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