En las elecciones municipales y autonómicas se ha puesto de manifiesto el deseo del pueblo de que le sirvan un gobierno capaz de solucionar los grandes problemas nacionales, incluida la corrupción predominante en la derecha. Para ello han elegido además de los clásicos partidos monopolistas, a, entretanto, ya no tan pequeños partidos, como Ciudadanos o Podemos, que ya en las pasadas elecciones europeas consiguieron entrar en el Parlamento Europeo. Ahora, la batalla se da en Madrid y en otros ayuntamientos y autonomías con la ardua tarea de hallar una solución pactada. Como siempre, la inenarrable Esperanza Aguirre volvió a dar la nota, rechazando “los sowjets” en Madrid, para luego no descartar un pacto con Podemos si lo exigen las poderosas circunstancias políticas.
Recuerdo unas palabras de doña Esperanza hace algún tiempo, que a preguntas de periodistas venía a decir que el PP también estaría dispuesto a pactar con la extrema derecha (e incluso a cantar el Cara al Sol, habría que añadir). No dudo que la señora Aguirre llevara razón, dadas las raíces y modos del Partido Popular, que en estos comicios ha perdido más de dos millones y medio de votos. También, y por otros motivos, el PSOE ha perdido casi ochocientos mil votos, que han ido a parar a partidos que se dicen próximos a los ciudadanos y que propugnan el “cambio” en España, un cambio más a la izquierda, más en favor de las clases desprotegidas y más enérgico con los grandes empresarios, que hasta ahora se sienten muy a gusto en el “centro”, que viene protagonizando el PP. El “centro”, por supuesto, no puede abandonarse aun siendo de izquierdas, pues allí sucede la política del país. Pero desde el “centro”, un partido de izquierdas puede moderar duras medidas para los ciudadanos “al pie de la escalera social”: los parias de nuestro sistema democrático.
Podemos y Ciudadanos tendrán que demostrar liderazgo, capacidad de adoptar medidas ineludibles, sin arruinar más a los españoles y sometiendo democráticamente a los capitalistas a su deber constitucional del justo reparto de la riqueza. Así lo dice, por ejemplo, la Carta Magna Alemana.
Frau Merkel gobierna en coalición con los socialdemócratas y Alemania sigue siendo el motor de la Unión Europea, de la Economía de Europa. Partidos similares a Podemos o Ciudadanos tienen ahora muy poco que decir en la política nacional alemana, pero sí bastante más en los parlamentos federales. Pero mientras no se trate de radicales de derechas (nazis) o de izquierda, en Alemania existe total libertad de expresión y de manifestación. Una ley como la de seguridad ciudadana (“ley mordaza”), aprobada unilateralmente por el PP para poder defenderse de un posible acoso de los ciudadanos por sus políticas antipopulares, es impensable en nuestro “país-ejemplo, Alemania.
En cuanto a la seguridad parlamentaria, la ley de orden público alemana establece una distancia mínima, la “milla de seguridad”, una zona de protección alrededor del Congreso, del Senado, así como de algunos ministerios y de los parlamentos de los “länder”, que no puede ser cruzada bajo ningún concepto por los manifestantes. “La milla” está fuertemente protegida por la policía antidisturbios que vigila que nadie se la salte o la ocupe.
En fin, ya veremos en qué acaba este cacao español de partidos que prometen cambiar a España, para lo cual se necesita, en vez de una guerra de todos contra todos, la firme voluntad de hacer de España un país libre, democrático (la corrupción no es democracia) y, sobre todo, estable.
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