No es de hoy la discusión entre los politólogos en torno a si el bipartidismo es bueno o perjudicial para la democracia. Alegan los detractores que el bipartidismo perturba la alternancia en el poder y condena al otro partido mayoritario a la oposición sine die, sobre todo si el electorado no está políticamente bien informado. Así, el PP debería su mayoría a la ingenuidad de los electores que apuestan por la continuidad y no detectan las mentiras y contradicciones del partido en el poder no sólo en las campañas electorales, sino en su quehacer diario, en mítines o en convenciones. Por la misma regla de tres, prisionero del sistema bipartidista, el otro gran partido, en la oposición, se desgastaría en vano señalando las falacias del partido gobernante. Todavía es positivo que los dos partidos mayoritarios disientan en sus respectivas ideologías, de lo contrario tendríamos una democracia de partido único (que tanto seduce al PP, emanado con Fraga del franquismo-falangismo), lo que el dictador, de cara a la Europa democrática, bautizó con poco éxito como “democracia orgánica”. El jerarca falangista Manuel Fraga, defenestrado por los tecnócratas del Opus Dei, acudió a la redacción de la Carta Magna y la transición con espíritu renovador, aunque no pudiese disimular sus orígenes ideológicos, al igual que el después repudiado jefe del PCE, Santiago Carrillo, que acabó por cobijarse en el PSOE, contra el que tanto denostó desde su exilio en París. Las relaciones entre “Santiago” y Don Manuel llegaron a ser “colegiales”. Todo un paso hacia una real democracia.
El bipartidismo requiere un grado de madurez democrática que, desgraciadamente, aún no existe en España pasados casi cuarenta años desde la transición. Es cierto que el bipartidismo requiere solidez en la apuesta por la democracia y que hace más fácil la alternancia en el poder. Pero no responde a las ideas y deseos de la sociedad. Una vez más, la estable Alemania de Angela Merkel, ha concertado una “gran” coalición con el otro gran partido alemán, el socialdemócrata, SPD, dejando en la cuneta a grupos como “Die Linke” (La Izquierda), integrado en gran medida por los antiguos comunistas de la extinta República Democrática Alemana, e incluso “Los Verdes” que, al perder casi tres puntos desde los últimos comicios, aparte de las discrepancias programáticas, no podía con sus 8,4% proporcionar la suficiente estabilidad al gobierno de la República Federal. En cuanto al tradicional partido bisagra, FDP (Partido Democrático Liberal), de tendencia liberal centrista, los votantes alemanes le dejaron por primera vez desde 1949 fuera del Parlamento Federal por considerar su proyecto político demasiado neoliberal conservador.
Cuando está en peligro la estabilidad de un país, es un deber (sobre todo de los dos grandes partidos) concertar no sólo pactos puntuales, sino una coalición que debata y se ponga de acuerdo sobre las urgentes medidas a adoptar. Una Gran Coalición, en la que se distribuyen los cargos por la idoneidad de sus titulares, es la mejor solución, siempre que en el seno de la coalición exista auténtica voluntad de cooperar.
En España la aparición de un nuevo partido en auge, Podemos, cuyo secretario general es Pablo Iglesias, ha puesto nerviosos a los dos grandes partidos, PP y PSOE, que temen perder votos en las próximas elecciones. Al PP iban hasta ahora los votos de los descontentos con el PSOE. Con la nueva dirección en manos de Pedro Sánchez, tal vez podría cambiarse esta actitud. También en el PP existe una joven generación, para la que son insoportables los escándalos de corrupción de ex altos cargos del partido (Bárcenas, Rodrigo Rato, Gürtel, etc.) que se han llevado crudo miles de millones de euros. Las encuestas siguen situando al PP como fuerza más votada, seguida nada menos que por el hasta ahora ideológica y programáticamente difuso Podemos.
Gran susto para el nuevo PSOE: el partido socialista español ocupa el tercer lugar del ranking, por debajo de Podemos. Cierto, una coalición o cooperación entre el PSOE y Podemos sería posible, pero antes se ha de saber con quién se junta uno. Entretanto, otro nuevo partido, Ciudadanos, que lleva peleando en Cataluña desde 2006 y que puede ser ubicado unas veces en el centro derecha y otra en el centro izquierda, ha irrumpido con fuerza en el panorama político nacional y se ha merendado en los últimos comicios andaluces a otro partido minoritarios, la UPYD de Rosa Díez, tránsfuga del socialismo. La aparición de Podemos pone al borde de la implosión a IU, la única clara expresión del débil comunismo español, de donde proviene la mayoría de los dirigentes y militantes de Podemos.
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