Cuando el presidente del Gobierno español, José Luis Zapatero, apoyaba enfáticamente en presencia del primer ministro turco Erdogan, a mediados de febrero, en Madrid, el ingreso de Turquía en la Unión Europea, nuestro insigne presidente, demostraba no tener ni idea de la situación. ¿Por qué no se informa Zapatero, antes de hacer tales declaraciones, por qué Francia, Alemania y demás países nórdicos se oponen firmemente a tener al socio turco? No es sólo por el maltrato que sufren los derechos humanos por parte de un gobierno islamista moderado, (los radicales se esconden de momento detrás de los moderados, hasta que llegue su hora) ni por la deficiente democracia turca. Que Zapatero pregunte a sus colegas del gobierno federal alemán en Berlín. Ellos pueden informarle muy bien de los problemas que tiene Alemania con sus más de 1 millón de turcos. Cómo los turcos, con asociaciones con más de 200.000 miembros, rechazan férreamente cualquier integración; aunque viven en el país desde hace más de 40 años se niegan en su mayoría a aceptar la nacionalidad alemana. Cómo los turcos en Alemania se aferran a su religión –son musulmanes- y son dentro de la población musulmana la punta de lanza del islamismo más intransigente. Que pregunte el “gran estadista” Zapatero por qué los servicios alemanes de inteligencia vigilan lo que pasa en las mezquitas (en Alemania las mezquitas crecen por doquier) y en las escuelas coránicas, así como en la asociaciones, una vez que recibieron la denuncia que los imanes venidos de otros países árabes para predicar las enseñanzas del Corán, decían a niños y adultos: “cada turco es un soldado del Islam”. Y: “la tierra que pisa un musulmán es para siempre territorio islámico”. Los turcos han formado de facto una república turca en Alemania, cuyas capitales son Berlín y Colonia. Como manifestación de fuerza, los otomanos están construyendo en Colonia una enorme mezquita, que será mayor que la monumental catedral de Colonia, símbolo de la ciudad y de la cultura occidental. No ha habido ningún motivo jurídico para impedirlo.
El señor Zapatero podría también informarse en la policía alemana de cuántas jóvenes turcas son asesinadas por su padre o por sus hermanos por negarse a asumir las costumbres turcas, rechazar la vestimenta musulmana y vestirse como las chicas alemanas de su edad o tener un novio alemán o no turco. También podría ser interesante que sepa cuántas menores son vendidas en matrimonio a hombres mayores por motivos de negocios, cómo las menores son sacadas de sus escuelas y, con un pretexto, enviadas a Turquía.
Si esto no le basta a nuestro ínclito presidente, que repase un poco sus libros de texto de historia. Que lea el triunfo que supuso Lepanto para expulsar a los turcos otomanos del Mediterráneo Occidental, donde era el amo Soleiman el Magnífico, quien, por otra parte, avanzaba sobre Europa Occidental. Después de Lepanto tuvo que levantar su cerco a Viena y replegarse a sus dominios. Sus dominios: más de siete siglos de ocupación turca tuvieron que sufrir, entre otras, Bulgaria, Rumania y Grecia. Mal recuerdo dejaron los turcos por estas tierras europeas, como para querer tenerlos como socios en un mundo en el que el Islam se está radicalizando más y más. Zapatero tendría que leer el libro de Gustavo de Aristegui, “La Yihad en España”. Allí se enteraría cómo en los países árabes, en las escuelas coránicas, se enseña a los niños que Al Andalus (no Andalucía, sino toda España) es árabe y será un día reconquistado. Lo mismo que predica Al Qaeda. ¿Y los turcos radicales islámicos?
No, señor Zapatero. Turquía no es Europa, es Asia. Lo que Erdogan exhibe como europeo, Constantinopla (hoy Estambul) fue arrebatado por los turcos otomanos el 25 de mayo de 1452 a los griegos orientales (ortodoxos), sin que el Occidente cristiano moviese un dedo para acudir en su ayuda. ¿Queremos ahora preparar el camino para que un día, a través de los “turcos-europeos”, el Islam se apodere de Europa?
Lo más seguro es que España se quede sola con su apoyo a Turquía (sola con sus instigadores, EE UU –cuánto valen las vías de acceso al petróleo asiático-). Pero el señor Zapatero ya no será, con seguridad, presidente del Gobierno español.
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