Hace un momento nos llegó la tristísima noticia del óbito a los 85 años, de uno de los más ilustres albacetenses, Ramón Bello Bañón, un intelectual sin fronteras, que con otras destacadas personalidades ha sido uno de los principales exponentes del Albacete de la cultura, de la poesía, de la literatura, de su música y de su religiosidad (nuestro querido amigo fallecido fue el autor de la letra del himno a la Virgen de los Llanos, que los católicos practicantes albacetense cantan con profunda devoción).
Ramón Bello, excelente letrado, fue pasante de mi padre, el abogado, Antonio Moral López, don Antonio para todo el mundo, a quien admiraba y mencionaba siempre en sus conferencias como “su maestro”, al que –según sus propias palabras– estaba muy agradecido “por lo mucho que había aprendido con él" en la difícil y complicada profesión de la abogacía. Aunque ambos eran de pensamiento distinto (mi padre, republicano y de izquierdas, Ramón, conservador de derechas), jamás tuvieron una discusión ideológica, respetando los dos las ideas del otro: un modelo de bipartidismo democrático en el ejercicio de la abogacía.
Ramón Bello era un hombre de cultura renacentista, dedicado estrechamente a la poesía y a la literatura en sus momentos de asueto. Los jóvenes manchegos de mi generación (1936) siempre lo consideramos como nuestro educador no sólo en el plano de la cultura general, sino en el arte de la poesía, de superar lo anodino y lo cotidiano en la pervivencia de la ilusión, del amor e incluso de la autoestima en la difícil fase de la pubertad y la adolescencia. Nuestro querido amigo y “preceptor” también no introdujo, inmaduros alumnos del Bachillerato en el que llamábamos “el Instituto del Parque”, en el infinito y eterno mundo de la música clásica. En su pulcro piso, junto con su bella esposa Lita, aprendimos a conocer a Beethoven, a Mozart, a Schubert o a Bach, entre otros compositores como Mahler o Vivaldi.
Mientras viva no olvidaré a mi querido maestro y amigo Ramón Bello Bañón. Tengo grabada en mi mente, a mis 80 años, una imagen color sepia de Bello, que conservaré hasta que yo abandone este convulso mundo de violencia y terror: el Ramón veinteañero paseando en otoño por nuestro Parque y agachándose para recoger las más bonitas hojas, a las que daba un beso de agradecimiento a la Naturaleza.
Deseo a mi amigo, que ha ingresado en la eternidad de la nada, que se encuentre en uno de los luceros, que tanto amaba.
Desde aquí queremos expresar nuestro más sentido pésame a su viuda e hijos. Descanse en paz.
Manuel Moral
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