Desde el 20 de diciembre de 2015, día de las elecciones generales en España, las primeras que se celebran en el reinado de Felipe VI, el mundo y, sobre todo, España asiste al circo electora todavía con el cabreo de haber tenido que votar dos veces. Pese al para el Rey seguramente molesto trámite protocolario de entrevistarse con todos y cada uno de los líderes de los partidos representados en el Parlamento, las matemáticas no permitieron la formación de un gobierno del cambio. Las cifras daban la mayoría al PP (¿cómo es posible que el reaccionario PP, más amigo de la patronal que de lo popular, consiga todavía ser el partido más votado?). Muchos opinan que, aparte de las clases privilegiadas, son los votantes de las zonas rurales y de la tercera edad los que se decantan por el Partido Popular por aquello de “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”…
Mientras, Rajoy sorprendió a toda España al declinar la propuesta del Rey a presentarse a la investidura argumentando no poder encargarse de la formación del nuevo Gobierno por no tener los suficientes soportes parlamentarios y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, (por muy poco no arrollado por la nueva formación radical de izquierda, “Podemos”, dirigida por el tocayo del fundador del centenario PSOE, Pablo Iglesias), aceptó como segunda fuerza política el encargo de Felipe VI para intentar formar un Gobierno con el conservador moderado, “Ciudadanos” (C´s), con el que Sánchez llegó a firmar un acuerdo, una alianza parlamentaria más que un pacto de gobierno. Y empezó el baile de los vampiros en torno al Congreso de los Diputados: los más votados en torno al sillón gubernamental. Los partidos más pequeños sentados, modositos, por si alguno de los grandullones necesitaba un par de votos.
Entretanto, la irresponsable y controvertida actitud de Pablo Iglesias dio al traste con las aspiraciones de Pedro Sánchez y Albert Rivera de formar gobierno. España, con los partidos políticos incapaces de llegar a un acuerdo y haciendo el más espantoso ridículo con sus tiras y aflojas, empezó a convertirse en el payaso de la UE y de los EE UU, con un presidente del gobierno en funciones, Rajoy, rodeado de una sucia nube de humo y de corrupción que parece no importar a sus millones de votantes. Ese estado de parálisis dio paso a una segunda cita electoral el pasado 25 de junio que tampoco despejó el panorama político. Desde entonces, con un Partido Popular fortalecido y todos los demás dejando plumas en el intento, seguimos viviendo a diario en plena campaña electoral (más de 9 meses desde su inicio oficial el 4 de diciembre de 2015).
La situación está dejando en muy mal lugar al nuevo Rey Felipe XVI. Suponemos también que está cansado ya de estrechar manos y de sonreír para la prensa y las televisiones. Tal vez el astuto Rajoy, escaso de principios cuando se trata del poder, cuente con un PSOE descafeinado por los veteranos socialistas y ahora golpistas, para presentar un gobierno estable. Los políticos no se mueven en balde. Seguro que hay fuertes motivos desde la recomposición del oxidado PSOE en el exilio. Felipe González y los suyos no han dudado a recurrir a un golpe de mano para desmontar a Pedro Sánchez, partidario de un no absoluto a la investidura de Mariano Rajoy, y dejar con su abstención que gobierne de nuevo el PP. ¿O es que los padres del Partido Socialista (¿Obrero?) Español quieren evitar a su formación política las pesadas hipotecas con el capital internacional o también los problemas derivados del terrorismo musulmán (IS), cada vez más amenazante en Europa? ¡Que se moje el “PP”!, el preferido por Washington, habrán podido pensar algunos…
Pero en fin, en vez de buscar un acuerdo, Rajoy calla y espera, como hacía Franco, que no disponía de dos vestales como Soraya Sáenz de Santa María y María Dolores Cospedal, para hablar por él. Y, entretanto, el PSOE, enzarzado en luchas internas, traducidas en comités, propuestas de congresos y querellas contra los padres del PSOE, literalmente renacido con la ayuda de Washington y de la socialdemocracia alemana al comienzo de la transición tras el fallecimiento del “Caudillo”. La tan ambiciosa como intrigante líder “socialista” Susana Díaz, que ha estado jugando con el también ambicioso ex secretario general del PSOE y ex candidato a la presidencia del Gobierno, parece como si hubiese estado haciendo campaña electoral con los populares para presentarse a la investidura. Ante el juego sucio de F.G y sus “boys”, Sánchez dimitió como secretario general del PSOE, con lo cual también renunció a la candidatura para Presidente del Gobierno. Estaría bueno que Susana Díaz salvara a Rajoy del fracaso y despreciando otras opciones se aliara con el PP.
Pero todo este lío tiene una explicación simple: los candidatos a la presidencia han de asegurar la estabilidad del país. No se trata de liderazgos, que pueden resultar catastróficos (aún tenemos en la mente el liderazgo del asesino de masas, héroe de la chusma nazi en Alemania, Adolf Hitler). España no necesita líderes, sino buenos representantes políticos de la ciudadanía, poniendo especial atención a las enormes desigualdades entre pobres y ricos, ahorrando a costa de los que menos tienen, acabando con los corruptos que han robado millares de millones de euros.
La estabilidad política y económica la mantenía hasta ahora el bipartidismo. El nuevo rumbo hegemónico del sistema capitalista que se está estableciendo precisa de una base política fiel o por lo menos no hostil a sus reglas internacionales. Hasta ahora, el gobierno del PP, con el PSOE en la oposición, ha cumplido con los deseos de la patronal CEOE, el IBEX 35 y las finanzas internacionales. Pero España tiene aún una deuda que pagar. Por eso es muy importante que a la mayor brevedad, los partidos dejen de hacer el oso (el madroño lo pone Esperanza Aguirre, siempre dispuesta a ser presidenta del Gobierno, si alguien la llamara).
En el actual caos del PSOE, los “golpistas” han sido los llamados barones (en la Edad Media eran los príncipes) afines a Felipe González, más próximo a los pudientes que a los sintecho. A Felipe González, en sus tiempos de querer transformar el mundo, se le conocía bajo el pseudónimo de “Isidoro”. En el posfranquismo, Washington se fijó en él como el hombre que podría mantener el equilibrio político mano a mano con un partido de centro derecha (“Alianza Popular”, después ”Partido Popular”), formado por políticos de la dictadura como el jerarca falangista, Manuel Fraga Iribarne, ex ministro de Información y Turismo (según la izquierda: Ministerio de Desinformación y Ocultismo).
La socialdemocracia alemana, (SPD), se encargó de guiar al nuevo PSOE a una política de izquierda moderada. Actualmente, el SPD alemán es socio del gobierno de coalición con las potentes uniones ultra conservadoras democristianas, “CDU/CSU”. El socialismo va de capa caída en Europa. En Alemania, en las últimas elecciones regionales, el partido de extrema derecha “Alternativa para Alemania” siguió subiendo. En Sajonia ha puesto incluso en un brete a la CDU/CSU. La causa: la supuesta invasión de Alemania por los refugiados sirios y los inmigrantes ilegales en busca de pan. Cierto, todo Estado y todo Gobierno tiene la obligación de ayudar, pero sin dejar sin pan a sus ciudadanos.
El emerger de un partido radical de izquierdas en España, “Podemos”, acaba con el sueño de los justos de la patronal, del IBEX 35, de la Unión Europea, de Washington, de Wall Street, del FMI, del Banco Central Europeo y de la Banca alemana. Principalmente EE UU, con sus importantes bases en la Península Ibérica, no quisiera llevarse el mismo gran susto como el de la Revolución de los Claveles, en 1974 en Portugal, que puso punto y final a los 50 años de dictadura salazarista y cuyos protagonistas fueron militares comunistas.
Los próximos días nos dirán por dónde marchan los representantes de los ciudadanos españoles. Los del PP ya lo sabemos. Todos como una piña en torno a Rajoy. Ciudadanos, como la yenka, un pasito p’alante y un pasito p’atrás. En cuanto al PSOE, dividido en derecha (con unos barones defendiendo sus privilegios) e izquierda, con un líder (de momento dimisionario), joven, ávido de poder, pero deseoso de un cambio. Pisándole los talones, un partido como “Podemos”, que quiere cambiar a España de forma radical. “Podemos” es un partido mediático, que fue alzado desde la nada a su actual posición por las audiencias de canales de televisión tan dispares como La Sexta e Intereconomía. De estar representado en un gobierno con el PSOE, Podemos tendría que aplazar sus planes de progreso. Lo que sí es cierto es que muchos hijos de los actuales socialistas se están dando de baja en el PSOE y de alta en Podemos.
Con todo este panorama, queda por ver si realmente habrá terceras elecciones o si la vieja guardia del PSOE se sale con la suya y consigue con su abstención aupar de nuevo a Rajoy a la Presidencia del Gobierno.
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