domingo, 30 de octubre de 2016

Atalaya: Rajoy II




 
Bueno, pues ya está. Gracias a la abstención del PSOE, un partido que en la oposición se ha caracterizado más por blando que por enérgico defensor contra la inseguridad socioeconómica y política del país. Mientras la UE, animada por la canciller alemana, Angela Merkel, daba buenas notas a Rajoy I, Bruselas espera impaciente el presupuesto español, para imponernos las pertinentes sanciones.

Por obra y gracia del PSOE, Rajoy se ha convertido en Rajoy II, noticia acogida con agrado en Berlín y Bruselas. Felipe González, Alfonso Guerra, los barones y algunos veteranos del presunto partido socialista español (al que al principio de la transición Washington impuso la condición de llamarse socialdemócrata, como su hermano alemán, SPD) pueden estar contentos. 
 
La socialdemocracia alemana, nacida a mediados del siglo XIX, recibió durante la “Guerra Fría”  un fuerte apoyo de los norteamericanos como contrapeso al movimiento comunista alemán de la zona soviética que, descaradamente, también se adornaba con el nombre de “socialistas”. Como contraprestación para diferenciarse definitivamente de los “socialistas” del Partido Socialista Unificado (SED) de la zona oriental alemana, apéndice de Moscú, el SPD tuvo que cambiar de orientación política e ideológica y, con la firma del  manifiesto en Bad Godesberg (al lado de Colonia) el 15 de noviembre de 1959, más conocido como Programa de Godesberg, abandonar formalmente el marxismo (los comunistas alemanes llamaban a los socialdemócratas “socialfascistas” o “socialcapitalistas”). Durante la transición española, el SPD, a su vez, supeditó su ayuda financiera al PSOE y su apoyo pleno al ingreso de España en el Mercado Común (actual UE) si el partido llegaba al poder, a que éste también renunciase al marxismo. Tras muchos tiras y aflojas entre partidarios y detractores, con la dimisión temporal de Felipe González como secretario general del partido, finalmente, en el Congreso extraordinario del PSOE en septiembre de 1979,  ganó la posición pragmática  defendida por Felipe González y sus muchachos. El resto de la historia ya lo conocemos todos. En este contexto, les aconsejaría que leyesen siguiendo el enlace un largo e interesante artículo titulado “Cuando el PSOE era marxista: 40 años del Congreso de Suresnes”, publicado el 16 de octubre de 2014 en El Huffington Post, que –aunque se deja muchas cosas en el tintero– explica estupendamente bien la refundación del PSOE y su evolución en estas últimas cuatro décadas que yo he vivido en sus principios muy de cerca.

Mucha tinta ha corrido y correrá por la, a primera vista, inconcebible orden del Comité Federal de que los diputados socialdemócratas del Congreso se abstuviesen en la sesión de investidura del ahora Rajoy II. Los medios siguen estando pendientes de si los diputados del PSOE en el Congreso que voten NO, serán sancionados o incluso expulsados de un partido que con su abstención, ayudará a gobernar durante otra legislatura (¿?) al partido que se expulsa a sí mismo por la ingente corrupción. Para mí, el PSOE ha perdido su halo de defensor de los derechos de los trabajadores, de las capas sociales más bajas, de los sintecho, de los que viven en la miseria de los parados y de los importantes sectores sociales como la sanidad, las pensiones y la enseñanza pública. ¿O es que el PSOE ha hecho el milagro de convertir en socialdemócrata al reaccionario PP, íntimo aliado de la Patronal (CEOE), de la Iglesia y de las organizaciones monetarias internacionales, con Washington como eje de rotación?
 
Muy sucio ha sido el juego contra el ex secretario general del PSOE y candidato a la Investidura, Pedro Sánchez, a quien ha perdido su gran ambición. Era muy consciente del peligro que significaba acercarse demasiado a Unidos Podemos. Y ese hubiera podido ser el mejor pretexto para los “padrinos” del PSOE de rechazarlo como radical de izquierda. Pero Pedro Sánchez, que se conoce muy bien el paño, no se hubiese dejado manipular por Pablo Iglesias, ni por Errejón ni por Echenique. Por el contrario, Unidos Podemos, bien tasado por Sánchez, hubiese podido servir de munición contra Rajoy II y su esperpéntico gabinete. Esto lo sabía muy bien el PP, la CEOE, la UE, el FMI, el Banco Central Europeo, entre otros polos de poder, a los que se ha doblegado el PSOE con su golpe de mano contra Sánchez, con Felipe González como cabeza (in)visible.

En fin. Ahí está el PP rodeado de escandalazos de corrupción, de leyes pro empresarios, de aberrantes recortes en la “red social”. Parece ser que a los votantes del PP les va la marcha. ¡Que les aproveche! Pero tal vez al PSOE le costará caro este autoritario proceder, que sólo conocíamos de Santiago Carrillo. Debe una explicación convincente a todos los socialistas no sólo españoles, sino europeos. Tal vez el recreado PSOE corra el mismo sino que el partido socialista heleno, Passok: se esfumó.
 
Un ejemplo de ética y de fidelidad al partido socialista, lo ha dado Pedro Sánchez al renunciar a su escaño en el Congreso, pero no a sus ideas de un cambio y progreso de España, que compartirá en el futuro con sus compañeros de base, aunque en el caso improbable de que fuera expulsado del PSOE por decir NO a otro gobierno del PP. De momento, Sánchez, según sus propias palabras,  cogerá a partir del lunes su coche “para recorrer de nuevo todos los rincones de España para escuchar a los que no han sido escuchados. A los militantes. Vamos todos juntos a recuperar el PSOE”.

M.M.
 
 

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