ABSTENCIÓN: ¿EL FIN DE UN MITO?
Sucedió lo que tenía que suceder dados los intereses en juego de Washington, la Unión Europea y del ex socialista (ahora socialdemócrata) Felipe González y bien acomodado ciudadano, que en su juventud repartía leche a domicilio (su padre era vaquero) y por eso en su vida de estudiante se hizo socialista con el pseudónimo de “Isidoro”. Isidoro, que descubrió su vocación socialdemócrata en su época de estudiante en Bélgica y otro personaje de la farsa, Alfonso Guerra, fueron fichados desde Washington vía Alemania, para que desmontasen el oxidado aparato del PSOE en la francesa Toulouse y construyeran con la ayuda de la socialdemocracia alemana (SPD) un nuevo partido, el llamado PSOE renovado, del que, aconsejados por el SPD, conservaron el mito de partido centenario y la O de obrero en las siglas, aunque ya no hay obreros, sino clase media baja o pobres y sin techo, a lo que ha contribuido triunfalmente la política del PP (dicen las malas lenguas que si Felipe hubiera tenido en Bélgica acceso a círculos democristianos, igual hubiese hecho carrera dentro de ese partido, aunque le hubiese sido bastante más difícil puesto que, para copar ese espectro político, ya se tenía previsto a algunos conocidos ex franquistas).
EE UU y la R.F.A. pueden estar satisfechos con el resultado del Comité ejecutivo socialdemócrata. El PSOE va a hacer posible que vuelva a la Presidencia del Gobierno el astuto, pero ineficaz Mariano Rajoy, que encarga siempre a sus ministros las “fechorías políticas”, que tienen casi en la miseria del paro a cerca del 20% de los ciudadanos y a cuya sombra únicamente prospera la corrupción.
La buena labia de los ministros del PP y de sus dos damas de honor, Soraya Sáez de Santa María y María Dolores Cospedal, hacen incluso creer a una mayoría de los españoles que votan PP que con Rajoy están más seguros. Los herederos de los franquistas son gratos a Washington, porque garantizan que la extrema izquierda no tenga ninguna oportunidad de traer otra vez al comunismo, una leyenda que acabó en las elecciones generales de 1978. Ahora el peligro para EE UU y la Unión Europea y demás exponentes del neocapitalismo, cuyo único fin es el sacar el mayor lucro posible a costa de la clase trabajadora y de los pobres, está en un giro a la izquierda del PSOE asqueado por las medidas adoptadas en la legislatura pasada por la mayoría absoluta del PP. Entre ellas, por sólo nombrar unas pocas, los recortes en Sanidad y Educación o la insultante reforma laboral que consiste en mantener los contratos eventuales y los contratos basura, una de cuyas peores consecuencias es el deterioro, la ruina de la Seguridad Social, con el fin de que ésta pase a manos privadas, que seguro que estrechan manos del PP. Mucho daño le ha hecho al PSOE la formación radical de izquierda, Podemos, que lidera Pablo Manuel Iglesias, más conocido como Pablo Iglesias. Por una parte ha movilizado a lo más radical e iluso del espectro político español. Como muchos jóvenes socialistas alemanes, los JUSOS, de la era de Willy Brandt (que habían acumulado todo su sabiduría en las aulas de las Universidades) y más tarde Los Verdes alemanes (que desde hace tiempo se ha reinventado en partido popular de izquierdas y convertido en uno de los pilares de la democracia alemana), creen los de Podemos que la complicada situación socioeconómica y política puede arreglarse con Marx o Lenin y el puño izquierdo alzado. Hoy en día la política se está convirtiendo en una servidora del poder económico, de ahí la decadencia de los partidos socialdemócratas. Hay que modificar el eslogan radical izquierdista “El pueblo unido jamás será vencido” por “el pueblo unido siempre será jodido”. Sí no, miremos a Venezuela, tan querida por Pablo Manuel Iglesias.
La idea de la abstención ha salido del pudiente jubilado ex presidente del Gobierno, Felipe González, en quien los norteamericanos se fijaron en su día (lo mismo que en la pieza clave, Juan Carlos) para salir del atolladero de la obsoleta dictadura franquista. Franco hacía ya tiempo que estaba estorbando al capital internacional, deseoso de extender sus tentáculos en España, un país con enormes posibilidades de negocio.
A Mariano Rajoy le espera una tremenda legislatura, con múltiples y difíciles problemas como el desafío catalán, pero también las exigencias de la UE. Por eso, Rajoy ve ahora en el PSOE un gran partido patriótico, dispuesto a echarle una mano para mantener la estabilidad de España, también gravemente sacudida por la ingente corrupción. Cualquiera podría pensar que González, Susana Díaz y una parte de los llamados barones del PSOE han dado el golpe para evitar males mayores al partido e incluso a Pedro Sánchez (dimisionario). Pero los observadores ven otro motivo: que el partido socialdemócrata español, que se ha decantado por el harakiri político, esté pagando su tributo a Washington y demás círculos del poder económico, muy alejados del ideario socialista. Por otra parte, si el PSOE de la Casa Blanca empieza a desmoronarse como ocurrió con el PC, hoy un diminuto grupo alojado en la antigua Izquierda Unida, actualmente en coalición con Podemos ¿qué ocurrirá con el centenario partido? ¿Quién cubrirá el vacío de la izquierda sensata? Hasta la derecha se asusta nada más pensarlo. ¡Adiós a la estabilidad, la seguridad e impunidad del capital español!
Durante el fin de semana se congregaron delante de la sede del PSOE en Ferraz algunos grupos de militantes de base con pancartas, muchas de ellas alusivas a F. González y Susana Díaz, exigiendo un Congreso extraordinario para que los peces gordos del PSOE oyesen a los afiliados antes de tomar decisiones tan peliagudas como la “abstención”. En Alemania, el SPD (desde el inicio de la Gran Coalición con los democristianos ostensiblemente de capa caída) preguntó a sus más de 470.000 afiliados antes de tomar la importante decisión de entrar a formar parte del gobierno en una coalición con los cristianodemócratas de la Sra. Merkel. Aquí, la consulta se la van a pasar por el forro ¿Dónde está la democracia interna del PSOE? Tal vez en una de las lujosas mansiones de Felipe.
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