En vísperas del Día de Todos los Santos, nos sorprendieron anteayer dos noticias relacionadas con el Vaticano: la condena de la Santa Sede a esparcir después de la cremación las cenizas del difunto por tierra, mar o aire. Tampoco está permitido -como se ha puesto de moda en los últimos tiempos en clases adineradas- convertir los residuos quemados del ser querido en un resplandeciente diamante que adornen un anillo u otra pieza de joyería y mantenga así vivo el recuerdo de nuestro bien amado que nos ha abandonado para siempre. Y no hablemos ya de guardar las cenizas en casa, dentro de una urna u otro recipiente, después de su cremación. Según el documento elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobado por el Papa Francisco: "Las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio, o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente".
En este contexto, BBC Mundo publicó hace un par de días el siguiente artículo que ayudará a muchos católicos fervientes a despejar algunas de sus dudas. Dice así:
"Las estrictas nuevas normas del Vaticano sobre qué se puede y qué no se puede hacer con las cenizas de un difunto
Las cenizas de los difuntos católicos no se pueden esparcir, ni dividir, ni mantener en casa. Tampoco se pueden crear joyas a partir de ellas.
"La Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en cementerios u otros lugares sagrados".
Estas son parte de las nuevas instrucciones que la Congregación para la Doctrina de la Fe, el órgano del Vaticano que se encarga de regir sobre la doctrina católica, publicó este martes con aprobación del papa Francisco.
La Iglesia no se opone a la cremación por razones "higiénicas, económicas o sociales", pero el nuevo documento marca el cambio más grande a su instrucción Piam et constantem de 1963, cuando las cremaciones fueron autorizadas por primera vez.
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"Las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia", o en algún lugar con "jurisdicción" eclesiástica, ordenan las instrucciones Ad resurgendum cum Christo.
"No sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos".
Algunas joyerías ofrecen servicios para convertir las cenizas de un difunto en una piedra brillante o varios tipos de adornos, lo cual es contrario a la nueva doctrina católica.
El Vaticano concede que las cenizas puedan ser conservadas en casa "solo en casos de graves y excepcionales circunstancias", o en lugares como en Asia donde la iglesia local lo prefiere.
El documento no abunda sobre qué casos son "graves", pero el consultor de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Ángel Rodríguez, dijo en la presentación del documento que una opción es cuando una persona lo pida "por piedad o cercanía".
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La opción más económica
Para el corresponsal de la BBC sobre asuntos religiosos, Martin Bashir, la decisión del Vaticano llega para fijar la postura de la Iglesia ante algunas posturas contradictorias.
Para el corresponsal de la BBC sobre asuntos religiosos, Martin Bashir, la decisión del Vaticano llega para fijar la postura de la Iglesia ante algunas posturas contradictorias.
"Temiendo el impacto de las ideas naturalistas sobre el círculo de la vida, donde el cuerpo es considerado nada diferente a otra materia física, el Vaticano ha decidido aclarar su posición", dice Bashir.
Pero también advierte que esto puede traer "una carga económica" a las familias católicas y un aumento en la presión a los cementerios "la mitad de los cuales se espera que quede sin espacio en los próximos 20 años" en Occidente.
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Hasta 2014, en América Latina había unos 425 millones de católicos, lo cual representa cerca del 40% de los creyentes de esta religión en el mundo, según un estudio del Pew Research Center, de Estados Unidos.
En países como México, donde ocho de cada 10 personas se declaran católicos, las cremaciones alcanzan hasta el 80% en las grandes urbes como la Ciudad de México debido a la falta de espacio para las inhumaciones, pero también a que es un servicio más económico.
En cambio, en las poblaciones menos urbanizadas, el porcentaje se reduce a 40%, de acuerdo con datos de la red de funerarias Gayosso, la más grande del país.
Difuntos de poca fe
Además, la Iglesia católica puso una restricción para los difuntos de poca fe.
Los familiares de una persona que haya expresado su voluntad de ser cremado y sus cenizas esparcidas "por razones contrarias a la fe cristiana", no podrán solicitar las exequias, pues se le serán negadas.
En la presentación del documento, el secretario de la Comisión Teológica Internacional, Serge-Thomas Bonino, fue más contundente en su oposición a la cremación de las personas a la que consideró como "algo brutal".
"No es un proceso natural sino que interviene la técnica y no permite a las personas cercanas acostumbrarse a la falta de un ser querido", dijo en la presentación del documento.
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Pero el mantener las cenizas en un cementerio o nicho "puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana", dice la nueva instrucción.
"Así, además, se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas". "
Fuente: BBC Mundo
Respecto a la forma de almacenar las cenizas de los familiares más cercanos, yo me pregunto qué narices tiene la Iglesia que rascar en asuntos tan personales. En mi caso, yo he incluido expresamente en mi testamento que desearía ser incinerada y que mis cenizas sean esparcidas en el Mar Mediterráneo (lo cual está prohibido en algunos lugares, por lo que habría que consultar las ordenanzas municipales de los Ayuntamientos costeros que lo permiten). Aunque me da igual si echan al mar la urna entera, por supuesto hecha de materiales biodegradables, para que mis cenizas se desintegren en el agua sin causar daños medioambientales. En cuanto a mi marido (a quien gustaría que una parte de sus cenizas fuesen a parar a un bosque bávaro y otra a La Pulgosa de Albacete), si fallece antes que yo y mi economía me lo permite, me gustaría convertirlo en diamante para incluirlo en la cadena de oro con diversos colgantes y relicarios, todos ellos recuerdos familiares, que siempre llevo colgada del cuello. Tampoco me disgustaría adornar el salón con una bonita urna para poder conversar in mente con él antes de finalizar del día.
La otra noticia, tan curiosa como grotesca, es la propuesta de la Iglesia Católica de que los niños, en lugar de decantarse por los tétricos disfraces que tanto les gusta utilizar en Halloween, esa singular celebración que nos llega de Estado Unidos y que es muy popular entre los más pequeños, se vistan de santos, vírgenes y religios@s. Obispados españoles como el de Cádiz, que ven con preocupación el creciente número de adeptos a la fiesta de Halloween y "que los niños cristianos se ven absorbidos por este ambiente contrario a la esperanza en la resurrección”, no han dudado en dirigir cartas a los fieles a través de las diversas parroquias, asociaciones cristianas e, incluso, colegios, en las que se insta a los creyentes a celebrar el próximo lunes, en oposición a la otra fiesta pagana, una "Holywins" ("lo santo gana"), también importada de USA, con disfraces alusivos a la fe católica. Según otro Obispado que se ha sumado a la acción, el de Alcalá de Henares, "Halloween” quiere decir “víspera de Todos los Santos”, pero actualmente esta celebración no guardaría ninguna relación con la fe cristiana”.
No creo que a los niños, que consideran Halloween como una especie de carnaval y esperan ese día con ilusión porque en los actos programados por los colegios se suelen celebrar concursos de disfraces o de quién ha fabricado la mejor escoba, les fascine demasiado la idea de vestirse de sant@s, convirtiendo así un simple divertimento en aburrida fiesta cristiana.
Conclusión: En este mundo tan convulso, ¿no tiene la Iglesia otras cosas de más enjundia a las que atender que estos temas nimios en incluso absurdos como los que aquí no ocupan, en los que -a mi modo de ver- debería abstenerse de meter las narices?
M.R.
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