Según
las últimas encuestas, el PP seguía ocupando el primer lugar, aunque con una
mayoría menor que en las últimas elecciones generales. Le sigue el PSOE,
también con pérdida de votos que habrán
ido a parar a los partidos
emergentes, que están en contra del bipartidismo, principalmente
Ciudadanos y Podemos. Como Podemos también ha bajado en el favor de los
encuestados, Ciudadanos ocupa ahora el tercer lugar en la lista de las fuerzas
políticas, perfilándose así como ese “partido llave” con el PSOE o con el PP,
aunque últimamente se detecta un
distanciamiento de Albert Rivera hacia el centro derecha representado por el PP,
a quien obviamente pretende desbancar. Podemos está en caída libre, lo cual
aleja más la posibilidad de un pacto o coalición con el PSOE. Ha hecho mucho
daño a Podemos la reciente declaración de Pablo Iglesias de que “está cansado”,
nada extraño en un político de frenética actividad política. Como puede suceder
en un partido que se declara “asambleario”, ha habido un cierto inicio de
movimientos de sillas, por si acaso, y entre los encuestados se ha registrado
una actitud poco positiva, pues nadie quiere a un partido con una dirección
débil. Iglesias, que ha reaparecido sano y radiante, tendrá que esforzarse
mucho para consolidar su autoridad en Podemos y ganar la confianza de futuros
electores.
El PP lo tiene difícil. No es nada probable una gran coalición con el PSOE, pero esta vez no podrá gobernar en solitario. Necesita una llave, pero puede decirse que está descartado el pacto de Estado o la gran coalición entre los dos partidos que casi desde principios de la transición han llevado el peso de dirigir a una España democrática. Lo que dice Rajoy de que el PSOE se radicaliza es mera paja electoral. Es verdad que el PSOE de Pedro Sánchez está corrigiendo la singladura de un PSOE cada vez más hacia el centro, que es el lugar donde se encuentra la llamada “derecha civilizada”, y que en el PP, de tendencia derechista, sirve sólo de hoja de parra. Pedro Sánchez no será muy afortunado si se instala en las cercanías del centro.
Tal como están las cosas, principalmente con Artur Mas y sus separatistas, España necesita más que nunca un gobierno de cohesión nacional. Pero hasta ahora, el PP lo pone difícil. Para poder gobernar, un PP vencedor por pocos puntos tendría que buscar un aliado estable. Lo mismo vale para un PSOE que obtuviese una mayoría raspada: tendría que recurrir a un partido emergente. El momento que vive España no está para “revoluciones”. Precisa cooperación por parte de todos, aunque esto no signifique que se olviden las justas exigencias de los pobres y de la clase media trabajadora, tan flagelada por Rajoy, y que España se atasque o retroceda en su progreso democrático.
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