domingo, 14 de febrero de 2016

Atalaya: Memoria histórica






Sus 94 años no han salvado al nazi Reinhold Hanning, “cazado” el año pasado en su casa, de ser juzgado por intervenir en el asesinato de cientos de miles de judíos húngaros en Auschwitz. Hanning pertenecía a la guardia de choque de las SS, con una calavera como insignia, y estaba destinado como guardián en el horrible campo del holocausto, aunque según la acusación también intervino activamente en la masacre de judíos y otras minorías étnicas, que eran conducidos directamente desde los trenes de deportación a las cámaras de gas.
 
La mayoría de las víctimas ignoraban su fatal destino. Uno de los ingenuos cautivos incluso pidió agua a sus criminales guardianes. Como es sabido, mujeres, hombres y niños tenían que desnudarse antes de entrar en las cámaras de gas, los SS  les daban una pastilla de jabón para que creyeran que iban a ser duchados, pero por las alcachofas sólo salía un producto gaseoso altamente letal: el gas ciánido (Zyklon-B). Después, los cadáveres eran transportados por otros presos, también judíos, en carretillas a los crematorios. Por las chimeneas de Auschwitz y de otros campos de exterminio salía siempre un espeso humo, cuyo olor a carne chamuscada llegaba a los pueblecitos de las cercanías, cuyos habitantes -vencida la Alemania de Hitler- declararon a los aliados desconocer por completo lo que sucedía en los campos de prisioneros, fuertemente aislados del exterior por los criminales de las SS nazis.
 
La memoria histórica en España es muy distinta, aunque Franco también podría ser acusado de crímenes de lesa humanidad. Pero el dictador ganó la guerra civil, comenzada tras un fallido golpe de Estado contra una dividida, débil y confusa República, incapaz de imponerse a los extremistas de izquierdas y de derechas, habiéndose sublevado la mayor parte del Ejército, de la Guardia Civil y de los guardias de asalto. Aun así, Franco necesitó la masiva ayuda material militar de las dos potencias fascistas europeas, la Alemania nazi y la Italia fascista de Mussolini. El sublevado dominó a toda España casi durante 40 años (en los que los franquistas también cometieron numerosas fechorías, pero sin llegar -tal vez por falta de medios o de ideología- a los horribles extremos de los nazis).
 
El “Caudillo” murió en su cama, amparados él y su régimen, (al menos mientras no estaba enfermo y no era un viejo decrépito), por EE UU, debido a la gran importancia geoestratégica de una España cerradamente anticomunista en plena Guerra Fría. La firma del Pacto de Madrid entre EE UU y la España de Franco en septiembre de 1953 abrió las puertas a la instalación de bases norteamericanas en España y sacó al país del aislamiento político y económico internacional. Desde la democracia, España es la cuarta potencia en la UE y forma parte del liderazgo de la Alianza Atlántica (OTAN) y todo apunta a que está destinada a desempeñar un importante papel en un probable enfrentamiento con el llamado Estado Islámico, en Siria, (ISIS o Daesh) para acabar con el terrorismo islámico, que amenaza seriamente a Occidente.
 
Con la transición a la democracia se ha hecho oír el clamor de gran parte de la izquierda, de que la nueva España practique “memoria histórica” y se distancie del reciente pasado franquista. Francamente, no es de recibo que en una democracia torturadores como el tristemente conocido “Billy El Niño” (cuya extradición solicitó recientemente Argentina y fue denegada por la Justicia española) puedan pasearse tranquilamente por las calles de la capital de España. Pero para romper definitivamente con el pasado sería necesario que el PP, como el mayor representante de los conservadores españoles y líder de la intención de voto, pusiera final a cualquier simpatía por el régimen de Franco.
 
Otro paso importante sería suprimir todos los restos del régimen fascista, en los nombres de calles, y las estatuas y bustos del dictador y de la Falange. Pero es un dislate querer también arrancar las placas en recuerdo de escritores, poetas, pensadores y artistas (Conde de Foxá, Dalí, Pemán, Alfonso Paso, etc.) por su  ideología claramente derechista. Y lo más importante: debería permitir e incluso facilitar que los familiares de republicanos asesinados y enterrados en revoltijo en cunetas o en las lindes de cementerios, reciban la ayuda necesaria para buscar sus restos mortales y darles decente sepultura, deseo que, al parecer, deja también indiferente a la muy cristiana y piadosa Iglesia católica española, cuyos más viejos jerarcas también tendrán un día que rendir cuentas de sus hechos a ese Dios que tanto invocan.
 
 
 
 

 

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