Al contrario de lo que sucedía en muchas familias de la época, mis padres consideraban que la mayoría de dibujos animados eran también educativos. De hecho, mi mismísimo padre, un incondicional de La Codorniz, disfrutaba con “Kalikatres” y “El pequeño rey”, mientras que mi madre leía asiduamente las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín y, alguna que otra vez, las del Guerrero del Antifaz. En cuanto a mí, tuve la suerte de aprender a leer con tres añitos con el TBO. Mi padre me sentaba sobre sus rodillas y, a la par que me enseñaba el abecedario, me iba explicando el contenido de ese clásico del cómic por antonomasia .
Algunos años más tarde, me parece que ya estaba en segundo o tercero de bachillerato, me encandilé con las historietas de “Mortadelo y Filemón, Agencia de Información” que, en aquellos tiempos, se publicaban en fascículos de dos o tres páginas en el interior de Pulgarcito, otra revista infantil muy en boga por aquel entonces. Las aventuras de esa dispar pareja de detectives, creada por el genial dibujante Francisco Ibáñez, me fascinaban y parte de mi magra paga semanal se iba en la compra de ese tebeo, algo que más de uno pudiera considerar como un gasto superfluo.
Me divorcié forzosamente de ese tipo de lectura después de cambiar mi domicilio a Francia. Allí, como única extranjera en la escuela comercial superior, para no perder ningún curso, tuve que concentrar todos mis esfuerzos en perfeccionar el idioma francés. Parafraseando a mi padrino: “la vida es dura” (una expresión que él no se cansaba de repetirme como un eslogan) y, por la cuenta que me traía, era mejor emplear el tiempo en lecturas más serias.
Volví a reencontrarme con Mortadelo y Filemón veinte años después en Alemania gracias a nuestro vecino Rüdiger quien, además de ser un fan de “el Gordo y el Flaco”, era un forofo de esos dos caóticos investigadores privados, que allí se conocen como “Clever und Smart” y donde tienen un largo séquito de seguidores. Sin embargo, a pesar de que los diálogos son bastante graciosos, nada tienen que ver con las hilarantes peripecias que se viven en español desde la Pensión El Calvario, el peculiar hogar de estos sabuesos "made in Spain".
Mas no quiero alargarme contando batallitas del año catapún, así que iré al grano, al porqué de este largo preámbulo sobre tiras animadas de ayer y de hoy. El motivo no es otro que la puesta a la venta el pasado jueves del álbum con la nueva aventura de Mortadelo y Filemón que, con una megatirada de 50.000 ejemplares antes de llegar a las librerías y kioskos, promete ser el best-seller de la temporada (algo que probablemente haga palidecer de envidia a muchos escritores "serios" consagrados). Un día antes, el miércoles, tuvo lugar la presentación oficial a los medios de comunicación de ese singular tebeo titulado: “El Tesorero”, que –por la actualidad del argumento– fue objeto de una enorme atención en toda la prensa.
Seguro que el título de la historieta les habrá dado una pista sobre el hilo conductor de la trama, que empieza cuando el Ministro del Peculio llega a la sede del "Partido Papilar" y se encuentra con la caja fuerte vacía y llena de telarañas. Todo parece indicar que el máximo responsable de administrar los dineros del Partido Papilar ha vaciado la caja del partido. Por eso, se da el encargo a los afamados agentes de la TIA (Técnicos de Investigación Aeroterráquea), Mortadelo y Filemón, de seguir al presunto autor del desfalco y encontrar alguna pista sobre el paradero de los millones desaparecidos.
El protagonista es fácilmente reconocible por su prominente mentón, su pelo cano y lo mucho que le gusta hacer la peineta. Es calcadito físicamente al tristemente famoso ex tesorero del Partido Popular, Luís Bárcenas. Otros personajes que tampoco se despintan son Mamerto Rajoy y su mano derecha, Demetria Costipal, así como el siniestrete Ministro del Peculio, que es el primero en descubrir -con comprensible horror- el pastel.
Parece ser que a los responsables del PP de verdad no les han hecho mucha gracia las nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón. Seguro que se rieron mucho más leyendo “El Atasco de Influencias”, protagonizado por Juanito Batalla (Juan Guerra), o “Corrupción a Mogollón”, donde los detectives perseguían por todo el mundo mundial a Luís Rulfián (Luís Roldán).
Por mucho que Francisco Ibáñez se esfuerce en declarar que cualquier parecido con personas y circunstancias reales es pura casualidad, lo cierto es que incluso el lector menos avispado no tendrá el más mínimo problema en identificar a las personas caricaturizadas por el dibujante en su álbum número 200, protagonizado por Mortadelo y Filemón.
Pero aunque las nuevas peripecias de los agentes de la TIA nos hagan mondarnos de risa, conviene no olvidar que ese reciente capítulo de la actualidad española satirizada por Ibáñez en “El tesorero”, trasladado a la vida real, no tiene maldita la gracia.
Margarita Rey
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