sábado, 11 de abril de 2015

Atalaya: Difíciles vecinos



En un ambiente de franco cabreo con Marruecos, nos llega la noticia de que el juez Ruz ha ordenado detener a ocho imputados por 50 asesinatos y 202 secuestros ocurridos desde la ocupación por Rabat de la ex colonia española del Sahara Occidental. Entre los acusados se encuentran ocho altos mandos militares y tres civiles, por su participación en el genocidio del pueblo nómada saharaui  entre 1976 y 1991.  Al igual que su difunto padre Hassan II, su hijo y sucesor, Mohamed VI, reclama dicho territorio como parte de Marruecos, sin tener en cuenta a sus habitantes, los saharauis, un pueblo nómada que vive en tiendas de campaña en el desierto.

La salida de España del Sahara Occidental en 1975, cuando Marruecos lo invadió mediante la marcha verde, hubiese sido caótica sin la presencia para organizar la retirada de las tropas españolas del Jefe del Estado en funciones (en sustitución del dictador Franco, hospitalizado por tromboflebitis), el por aquel entonces todavía príncipe Juan Carlos.

Con la retirada de España del territorio, comenzó la guerra entre el Frente Polisario y sus vecinos. Marruecos, por el norte, y Mauritania, por el sur pretendían invadir el territorio.  En 1979, Mauritania, incapaz de seguir con la contienda, firmó la paz con el Frente Polisario, renunciando así a cualquier pretensión sobre ese territorio.
 
Marruecos, con la falta de escrúpulos de las dictaduras árabes, repuebla el desierto con indigentes marroquíes, a los que llama "colonos". Entretanto, la población saharaui es ya minoritaria. España envía ayuda a los saharauis en forma de alimentos, escuelas y  hospitales de campaña. La mayoría de los saharauis se expresan en español. Todos los años, niños saharauis pasan sus vacaciones en España con familias españolas. Gran parte de los marroquíes viven en el Sahara, lo hacen a la fuerza, desterrados por  Mohamed VI. La vida es muy dura en ese pedregal rico en fosfatos, petróleo y gas. De ahí el interés de Marruecos por el territorio.
 
El juez que ha presentado la denuncia contra Marruecos  es el ahora ya ex magistrado de la Audiencia Nacional Juan Ruz, que ha investigado los más grandes casos de  corrupción de este país, que atañen al PP. Ahora Ruz ha dejado la Audiencia Nacional, donde era sustituto. Un juez, primero aplaudido y ahora incómodo al Partido Popular. Lo  mismo ocurrió con el juez Garzón.

El gobierno español se muestra muy cauto con Marruecos. La política entre ambos países transcurre por los hilos de seda de la más exquisita diplomacia, como se ha visto estos días  con los tres espeleólogos atrapados en una grieta en el sur de Marruecos de endiablado acceso, dada la profundidad y el hielo. Ha habido que lamentar dos muertes, una de las cuales hubiese podido ser fácilmente evitada.

El soberbio Marruecos no quiso permitir la intervención de la guardia  civil y de equipos españoles de salvamento. Sólo cuando la torpeza y la falta de medios de los marroquíes se hizo evidente, la gendarmería marroquí confesó la extrema dificultad del rescate y dio luz verde a la actuación de los altamente cualificados equipos españoles de salvamento. Entretanto, su  pasividad e ineptitud se habían cobrado una segunda vida, la del espeleólogo que, con camilla incluida, cayó al río y murió tras pasar una noche en el agua. Pero no toda la responsabilidad recae sobre Rabat. También hubo torpezas por parte de la diplomacia española, muy preocupada por no contrariar a las autoridades marroquíes.

Marruecos es ciertamente un vecino difícil. Un objeto de roce son las plazas de soberanía, Ceuta y Melilla, que España ya poseía, concedidas por los portugueses en 1668, por el tratado de Lisboa. Por entonces, Marruecos no existía. El territorio fue un protectorado compartido por Francia y España.

Ahora, para Occidente el monarca alauí es una garantía  contra el terror del  Estados Islámico, Isis y los yihadistas. Mohamed VI es un fuerte monarca y el líder religioso (como su padre Hassan II), pariente directo de Mahoma según la versión oficial. Así, España tiene que tener mucho cuidado de no incomodar a Marruecos para seguir manteniéndole como aliado y dique de contención contra el radicalismo islamista.

Por lo demás, España actualmente es el país donde más yihadistas  ha detenido la policía antiterrorista, especialmente en Cataluña, donde siete de los últimos once sospechosos detenidos el pasado miércoles en el Principado fueron encarcelados este viernes acusados de formar parte de una célula de la llamada "Fraternidad Islámica para la predicación de la Yihad", vinculada con la organización Estado Islámico.  Los detenidos suelen ser en su mayoría  españoles conversos al  Islam. También hay españolas casadas con musulmanes. Los nuevos terroristas son reclutados por agentes yihadíes para recibir entrenamiento en el norte de Siria, donde tiene su cuartel general el llamado Estado Islámico.

Los “santos guerreros” (yihadíes), también inculcan el odio por los “infieles” en niños que, con tan sólo 8 años, dan el tiro de gracia en la nuca o degüellan a rehenes y cautivos. También son utilizados como terroristas suicidas. El premio, según los jefes -quienes, por supuesto, no se suicidan-, es entrar en el paraíso eterno de Alá.

 

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