Puede que vodevil sea más finolis pero, como últimamente se está abusando en las tertulias televisivas de ese término de origen francés que significa “comedia frívola”, yo me voy a referir a la enredada situación de Cataluña, con el ex honorable Puigdemont y sus encarcelados muchachos (a los que se ha unido como nota todavía más discordante el inefable Nicolás Maduro), simplemente como “astracanada”. Y es que la “astracanada”, que la RAE en la segunda acepción define como “Acción o comportamiento públicos disparatados y ridículos”, me parece una forma de actuar mucho más “made in Spain” (¿o debiera decir “made in Catalonia”?) que el un tanto cursi vocablo “vodevil”.
Pero bromas aparte, porque la cosa no es para reírse. A mí la situación actual en Cataluña me parece surrealista. Tenemos por una parte al Sr. Puigdemont, huyendo como un cobarde facineroso a Bélgica para salvar su c… y dejando a todo el Govern en la estacada. Por otra parte, a la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, decretando prisión incondicional para el exvicepresidente del Govern Oriol Junqueras y los 'exconsellers' Raül Romeva, Jordi Turull, Joaquim Forn, Josep Rull, Carles Mundó, Meritxell Borràs y Dolors Bassa. Santi Vila, que dimitió la víspera de la declaración de independencia, es el único que se ha salvado de permanecer mucho tiempo en el trullo al pagar la fianza de 50.000 euros que le impuso la juez Lamela. Por el contrario, el magistrado del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, pospuso la comparecencia de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y los otros cinco miembros de la Mesa citados hasta la semana que viene, el 9 de noviembre para ser exacta, día festivo en Madrid.
Sé perfectamente que en nuestro país, aunque a veces pueda parecer lo contrario, hay división de poderes y buena muestra de ello es el caso Gürtel, en el que Rajoy tuvo que comparecer como testigo en la Audiencia Nacional a pesar de que maldita gracia le hacía. Pero el encarcelamiento de los políticos catalanes ha sido de una increíble torpeza teniendo en cuenta que el 155 se estaba aplicando en Cataluña de una forma ejemplar, más bien blandita, para no calentar más los ánimos.
Aunque en honor de la verdad, el culpable de este desaguisado ha sido el fiscal general del Estado, José Manuel Maza. Maza es un conocido halcón afín al PP. En su día defendió la inhabilitación del juez Baltasar Garzón por abrir una causa que investigara los crímenes del franquismo. Pues bien, este fiscal tan ecuánime presentó la querella ante la Audiencia Nacional contra el ya expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, su vicepresidente, Oriol Junqueras, el resto de los recién cesados consellers y miembros de la Mesa del Parlament por los delitos de rebelión, sedición, malversación y delitos conexos, abriendo la puerta a la prisión provisional. Y, por si eso fuera poco, el fiscal reclamó también una fianza (o embargo de los bienes) por valor de más de 6 millones de euros. Así que a la juez Lamela no le quedó otra que comerse el marrón y actuar en consecuencia.
Puede que los “ultras” dentro y fuera del PP den palmas con las orejas por la entrada en prisión de Junqueras, Romeva & Co. Sin embargo, para Rajoy el paseíllo con los furgones policiales y el ingreso en prisión de los políticos independentistas ha sido una gran patada en las espinillas, por expresarlo finamente. Apenas se habían conseguido destapar las mentiras, bulos y tejemanejes del 1-O y nos habíamos recuperado un poco ante la opinión pública mundial, estamos otra vez en la palestra con las manifestaciones, caceroladas, etc. que se han organizado en Barcelona y otras muchas ciudades catalanas para reivindicar la puesta en libertad de los sediciosos.
En una situación tan delicada, a mí el aprisionamiento de los ocho políticos citados me parece una auténtica barbaridad y nos deja al pie de los caballos ante la opinión pública española e internacional. Además, si ni tan siquiera los juristas se ponen de acuerdo sobre si esta medida es apropiada o no, ¿cómo vamos a poder hacérsela entender a los que -al igual que yo- son legos en la materia?
Entretanto, la maquinaria propagandística de los partidarios de la sedición se ha vuelto a poner en movimiento para "desinformar" a la opinión pública, inundándola con sus tendenciosos mensajes. “Presos políticos” es el leitmotiv. A mí que, por edad, he vivido -aunque en parte sólo de oídas- la dictadura franquista de la posguerra, la de Pinochet, la de los coroneles griegos y la militar de Argentina, se me ponen los vellos como escarpias cuando algunos nenetes (y escribo “nenetes” porque la mayoría de manifestantes, por lo que veo en la tele, no llegan a los veinte años) utilizan tan alegremente la expresión. Sabrán ellos lo que son “presos políticos”. Y si no que se lo pregunten a algún superviviente de las cárceles de esos asesinos genocidas…Lo más grotesco del caso es que, por si éramos ya pocos, parió la abuela. El último en unir su graznido al coro de cuervos que piden la libertad de los "presos políticos" catalanes es nada más y nada menos que el "gran demócrata" Nicolás Maduro. ¡Lo que me faltaba por oír!
En cuanto a Puigdemont, qué quieren que les diga… Desde Fernando VII no se veía un felón semejante en la Historia de España (y de Cataluña). En un pasado cercano tenemos el “caso Roldán”, pero no es comparable. Se trataba de un simple estafador, de un delincuente común. Pero este capitán Araña catalán, después de embarcar a todo quisqui en la loca (por poco viable) aventura independentista, en vez de dar la cara, coge y huye cobardemente junto a cinco ex consejeros a Bélgica, supuestamente porque "aquí no hay garantías de un juicio justo" y él prefiere confiar en “la verdadera justicia”, es decir, la belga. Para ello, se pone en manos del abogado flamenco Paul Bekaert, conocido por defender a terroristas de ETA, el cual dice “no fiarse ni un pelo de la Justicia española”. Semántica pura teniendo en cuenta que Bekaert es tan calvo como Clive Arrindell, protagonista durante años de los anuncios de la Lotería de Navidad. Y para más INRI, el "molt honorable" Puigdemont baraja ahora la posibilidad de presentarse a las próximas elecciones autonómicas. “Estoy dispuesto a ser candidato” nos hizo saber ayer vía televisión desde su dorado autoexilio.
Lo único que se puede decir es que el pájaro tiene un morro que se lo pisa. Primero, arma la marimorena al proclamar la independencia de Cataluña. Cuando la gente ilusionada se viene arriba, Puigdemont les dice que no, que era una broma. Finalmente, vuelve a decir que sí para, acto seguido, salir con nocturnidad y alevosía del país y aparecer en la televisión belga diciendo memeces y pidiendo asilo político. Señor, Dios nuestro, ¿qué habremos hecho nosotros sufridos ciudadanos y contribuyentes para merecer esto?
Lo único que tengo claro en todo este galimatías de salida incierta es que no hubiéramos llegado donde ahora estamos si Mariano Rajoy hubiese sido más flexible en su día con Artur Mas, cuando éste tan sólo pretendía que Madrid abriese la bolsa y le aflojase unos cuantos milloncejos como a los vascos. Entonces habría sido el momento de negociar. Mas y Rajoy (¡y ya ni hablemos de Puigdemont!) nos han llevado al punto de no retorno, al 155.
Quizás lo ideal sería que se celebrasen nuevas elecciones, no sólo en Cataluña, sino también unas Generales para toda España. A ver si barríamos de una vez por todas del mapa a los políticos ineptos, corruptos o populistas. Así podríamos empezar de cero a reconstruir este país.
Pero no tengo todavía claro quiénes tendrían que encabezar las listas pues la cosa está chunga en lo que a candidatos se refiere. Yo, de momento, por mucho que oteo, no consigo ver en el horizonte a ningún pretendiente que le haga tilín a este corazoncito de votante de izquierdas, liberal y con sentido común (mi seny catalán), que cada vez cree menos en las promesas de nuestros políticos.
Margarita Rey
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