Con su no a la investidura del secretario general del PSOE como presidente del nuevo Gobierno español, la formación política Podemos, liderada por Pablo Iglesias ha repetido la ya conocida táctica de la izquierda radical de aliarse con el adversario, la derecha derechona, (la táctica de Anguita -IU- en su día con la tristemente famosa pinza con el PP) para hacer fracasar a la socialdemocracia, también conocida característica leninista, que inspira a este nuevo partido disfrazado de oveja para ocultar ser el lobo de la democracia. Si de lo que se trata es de apartar a Rajoy del poder e incluso ayudar a los jóvenes del PP que no están de acuerdo con un partido salpicado por todas partes de la corrupción, mal camino ha elegido Pablo Iglesias, que tal vez espere que en mayo podrá conseguir su presunta meta de convertirse en vicepresidente de España y emprender el cambio que tanto promete y que, según enseña la experiencia con esta clase de radicales, muy bien podría ser una “revolución”. Pero las revoluciones, incluso la francesa, tarde o temprano, suelen desembocar en el autoritarismo, contra los menos privilegiados, los más indefensos.
Si de lo que se trata es de acabar con la miseria, con el paro, de ampliar la democracia y fortalecer la justicia, muy equivocados andan Iglesias y sus peones. Sin capital no hay trabajo, pero sin trabajo no hay capital. Esta máxima la pueden cumplir partidos democráticos como el PSOE y Ciudadanos, dispuestos a colaborar por el bien de la nación con toda clase de fuerzas políticas democráticas, tangentes en un centro de moderación, pero también de determinación. Incluso el PP, alejado Rajoy, puede convertirse en una fuerza positiva en el empeño de establecer la justicia social, no arrinconando al capital, necesario para el crecimiento de un país, sino con el empuje de la mayoría del pueblo haciéndole cumplir con el mandato constitucional de su responsabilidad social, como hallamos en la Ley Fundamental (Constitución) alemana.
A veces Podemos parece una especie de “botellón intelectual”. Los gestos, la indumentaria y las rastas no son un valor político.
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