martes, 22 de septiembre de 2015

Atalaya: El nuevo sistema




Uno de los principales errores que comete la mayoría de los políticos europeos es actuar como si auténticamente siguiera existiendo una derecha y una izquierda, tradición inglesa según la cual los “tories” (conservadores) se sientan a la derecha y los “labour” (laboristas) a la izquierda del hemiciclo. Hoy, en la práctica, si no es en casos exagerados, la izquierda  y la derecha, ante lo complicado de la situación política, social y económica, tienden a converger en un punto cardinal, formando coaliciones, como en Alemania, gobernada por la conservadora Angela Merkel, actualmente con la cooperación del partido socialdemócrata (Gabriel, SPD) y, en el pasado, con la de los demoliberales (FDP). Las decisiones son sólo matices.

Tendríamos que irnos acostumbrando a eliminar de nuestra ideología términos como “obrero” (el franquismo que alardeaba de haber acabado con la lucha de clases, acuñó el término de “productor”). El PSOE se entiende como partido obrero, pero su política va más allá de los obreros y comprende todo el campo político. Obrero tiene una connotación marxista. Lo mismo que el SPD, en su congreso de Bad Godesberg (1959),  renunció al marxismo como motor, también el PSOE hizo lo mismo al poco tiempo de ser legalizado, con el consiguiente barullo en las filas socialistas (en realidad socialdemócratas). Los que más protestaron fueron los socialistas de Madrid y el cambio fue posible por la dimisión de Felipe González (quien, una vez conseguido el objetivo, regresó al poder). Marx y Engels son necesarios para la formación de socialistas, pero en la práctica son ya libros de andar por casa.
 
Lo principal que hemos de hacer para tener una auténtica democracia es interesarnos por la política, no como algo reservado a los grandes partidos, sino como propiedad de cada ciudadano. Hay que impedir que ciudadanos ignorantes den la mayoría a aquellos partidos que se desentienden de las clases bajas y defienden los intereses de la plutocracia, no sólo en España, sino en todos los países de la Unión Europea, que cada vez está más cercana al gran capital. Es cierto que sin capital no hay trabajo, pero también es cierto que sin trabajadores no hay capital. Se trata de que los partidos políticos obliguen constitucionalmente a los capitalistas a asumir su responsabilidad social. No sería social, sino también “patriótico”, el que los grandes empresarios, que en comparación pagan menos impuestos que los trabajadores, destinen una parte de su lucro en favor de los parados e indigentes. Sobre todo en España, donde la enorme corrupción, que salpica al partido en el gobierno (PP), parece ser que importa poco a los ciudadanos, a juzgar por las (a menudo) engañosas encuestas que siguen vaticinando la victoria al Sr. Rajoy.
 
España necesita tres fuertes partidos democráticos para la coherencia parlamentaria. Pero si miramos alrededor no divisamos ese partido ideal, sino la emergencia de pequeños partidos, que juntos formarían la coalición del desconcierto. Ciudadanos y Podemos son tal vez los principales y no sería absurdo, al menos en el caso de Ciudadanos, que se concertara una coalición con el PP o el PSOE. Podemos es más difícil de digerir, por su batiburrillo de ideologías. Podemos, como el SPD y la conservadora Unión Democristiana (CDU/CSU), tiene que replantearse en su línea programática tirar por la borda viejos conceptos revolucionarios, que sólo captan a los ingenuos y son rechazados por su utópico radicalismo por la mayoría de la población. Por eso, Podemos ya ha iniciado la marcha hacia el centro, donde se halla el poder, lo mismo que el PSOE. De lo que se trata es de expulsar del centro a un partido como el PP, que miente y también hace “populismo” (¿se llamará por eso Partido Popular?) y no acaba de desprenderse del posfranquismo.

Personalmente, no soy partidario de las revoluciones, que suelen acabar convirtiéndose en dictaduras.
 

 

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