Puede decirse que ya acabó la primera transición y que las estructuras y planteamientos políticos desde 1977, que con ayuda extranjera (principalmente EE.UU y Alemania) suplieron democráticamente al régimen franquista. Un régimen podrido en sus raíces incluso años antes de la muerte del dictador, que había oprimido a España durante casi 40 años, convirtiendo al importante país europeo en una chabola política y económica, en la que se fraguaron nuevos ricos entre los camisas azules y los gángsters allegados a El Pardo. Reconocibles por su codicia y cinismo, pero ocultos a la sociedad por el oportunismo de los medios de comunicación, a su vez incapaces de huir de la oprobiosa censura de los lacayos del régimen, como Arriba o Pueblo, las radios oficiales y, después, la televisión. ¡Qué hubiese dado el PP, derivado por Fraga Iribarne de las dispersas asociaciones del Movimiento, por disponer ahora de una máquina tan eficaz para tapar la corrupción, que está corroyendo al partido que dirige hoy Mariano Rajoy, después de retirarse el gran admirador del fascista Onésimo Redondo, José María Aznar.
Con las elecciones del 20D puede decirse que en España se ha iniciado una nueva transición, que, como prueba de que la primera estaba cogida con alfileres, se presenta también en los medios internacionales como "cambio". Sí, una nueva transición y un posible cambio de esa misma democracia española que hasta ahora tanto ha satisfecho a los EE UU y la UE (no olvidemos que la España democrática es la cuarta potencia europea, y que para Washington es de un gran valor estratégico de cara a un Oriente musulmán cada vez más agresivo y peligroso).
Pero el cambio no debe hacerse como una revolución. Las revoluciones suelen acabar en dictaduras y España ha sufrido ya lo más que suficiente bajo un sátrapa que dio un golpe de estado contra un gobierno legítimo. Desconfiemos de todos aquellos, en especial jóvenes de un no despreciable nivel intelectual que, si los partidos maduros como el PSOE se dejan engatusar, podrían acabar con nuestros 40 años de democracia.
Pero también es cierto que el capitalismo ha montado en las pasadas décadas un sistema que no es democrático (el capitalismo nunca ha sido democrático) y que principalmente sirve para el establecimiento de un modo más eficaz del lucro que condena a millones de personas a la miseria, mientras favorece a los ricos, frecuentemente con la complicidad de los gobiernos conservadores.
Mucho está durando el procedimiento para iniciar las investiduras y formar un gobierno. Si Rajoy dimitiera y se marchara a su casa, el ovillo podría deshacerse pronto. Un PP sin Rajoy y sin ninguno de los mandamases reaccionarios de ahora, sería una buena ayuda para cimentar aún más la democracia en España. Hay otros partidos nuevos como Ciudadanos (C´s), que podrían participar en una coalición con un PP democráticamente conservador y el PSOE, para afianzar a la España constitucional.
El PSOE ha de tener mucho cuidado con quien se junta. Un Pablo Iglesias lo fundó hace más de un siglo. Que no lo destruya otro Pablo Iglesias.
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