El “caudillo” de los Populares lucha a la desesperada ante el temor de perder las próximas elecciones generales, con nuevos partidos emergentes, que en pactos o en coalición podrían superar la mayoría del PP. Se trata de Podemos y Ciudadanos, que en varios puntos tienen afinidades aceptables por el segundo partido más fuerte en la escala política, el PSOE.
Rajoy ya está viendo los puntos flacos de su partido, salpicado por la corrupción y, a la vez, repasa la lista de sus ministros, que puedan atraer votantes. Y he aquí que tropieza con un íntimo amigo, al que para desdicha de la Enseñanza en España, Rajoy nombró en su día Ministro de Educación: José Ignacio Wert, educado por los jesuitas y con un brillantísimo currículum. Pero ser una eminencia universitaria y un buen político son dos cosas diferentes. Wert es el ministro peor valorado en los medios y en círculos políticos. Su reforma de la Ley de Educación ha provocado las mayores manifestaciones de protesta de estudiantes y profesores. Favorecida sale la Iglesia católica española con sus colegios e institutos concertados, es decir, subvencionados.
Rajoy sabía que con su amigo Wert no ganaría las elecciones, pero no es de los que cesan a los ministros que no cumplen, prefiere que se vayan por su propio pie cuando se sienten ninguneados. Wert se lo puso fácil, era él quien quería salir del ministerio para seguir a su amada, la exsecretaria de Estado de Educación Montserrat Gomendio, que abandonó el departamento en mayo para incorporarse como directora general adjunta de Educación a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo económicos), con sede en París. Eso sí, en su modestia, sólo pedía para sí la vacante de Embajador de España en la OCDE. Al principio parecía como si Rajoy fuese a hacer oídos sordos a esa pretensión (muy mal vista, por cierto, entre los miembros del Gobierno y del Partido Popular). Finalmente, como es su estilo de “caudillo”, Rajoy da el pucherazo: contra viento y marea, “premia” al inepto Wert y le nombra casi de tapadillo Embajador de España en la OCDE.
Pero para hacer las cosas bien y más sólidas, Rajoy sume en el más espantoso de los ridículos a otros dos ministros, el de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y al de Economía, Luis de Guindos, dos pesos pesados del Gobierno popular, ambos conocidos por no ser precisamente buenos amigos de Wert. Mariano Rajoy se ampara en el artículo 44.5 de la Ley 2/2014, de 25 de marzo, de la Acción y del Servicio Exterior del Estado, según el cual la designación se tiene que hacer a propuesta del ministro de Exteriores, pero con el informe favorable previo del ministro de Economía. O sea que ambos han tenido que dar la cara, mientras que Rajoy, una vez más, escurre el bulto y no aparece formalmente como responsable del nombramiento.
Wert es conocido por su risa en las ocasiones menos indicadas, por ejemplo, ante la prensa cuando los periodistas le hacen preguntas que no quiere contestar. Hablando de la emigración de millares de jóvenes cerebros, al señor Wert, conocido por sus "perlas", no se ocurrió otra cosa que decir: “Es bueno que los jóvenes viajen: así conocen a otra gente y aprenden idiomas”. Aquí la risa sonaba a puro cinismo.
Rajoy ha sido el hada madrina de Wert, que ocupará un apartamento de lujo en una de las más suntuosas calles parisinas y tendrá un sueldo mensual de 10.000 euros, más coche oficial, chófer y gastos de representación. Además, Mariano Rajoy regala a Wert una luna de miel, en forma de reagrupación familiar con su flamante esposa Montserrat Gomendio, poseedora de una fortuna de más de 14 millones de euros. Gamendia es ex secretaria de Estado de Educación y terminó su matrimonio cuando formalizó su relación con Wert. Montserrat y José Ignacio se conocieron a través de amigos. Después, en un caso claro de nepotismo, Wert la hizo su número dos en el Ministerio y se convirtieron en la pareja del PP.
A Rajoy, el hombre que se atreve a proclamar a los cuatro vientos que España ya ha superado la crisis, que “ya se ve la luz”, aún le quedan muchos escollos que superar hasta las elecciones. Pero ninguno tan romántico como el de Montserrat y Wert.
Dicho en dura prosa: un embajador en la importante OCDE tiene que estar en condiciones de representar óptimamente a su país. Como Ministro de Educación, Ignacio Wert no dio la talla y no está dicho que la dé en su nuevo destino.
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