miércoles, 20 de abril de 2011
Pincelada: Rasgarse las vestiduras
Estamos en Semana Santa y, ese ambiente especial que se respira a nuestro alrededor, nos lleva a recordar episodios y frases de la Biblia, esa magnifica recopilación de historias y leyendas que ha sentado las bases de nuestra civilización.
En uno de sus episodios, que los Evangelistas sitúan en la noche del jueves al viernes, Jesús fue llevado ante el tribunal del Sanedrín (tribunal supremo de los judíos), donde se hallaban reunidos los escribas y los ancianos. La reunión estuvo presidida por Caifás, en calidad de Sumo Sacerdote en funciones.
Caifás era un ser taimado y ávido de poder. Temía a Jesús porque él representaba un peligro para él, conservador y perteneciente a la secta de los saduceos, que por aquel entonces era la que tenía la mayoría en el Sanedrín y que, en contraposición a la comunidad farisea, no creía en la resurrección.
Se trataba de decidir lo que tenía que suceder con Jesús de Nazaret, después de la supuesta resurrección de Lázaro y de que Jesús se hubiese autoproclamado “hijo de Dios”. Según los Evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas, el anterior Sumo Sacerdote Anás (suegro de Caifás y de peor catadura que este último) le preguntó a Jesús “si él era efectivamente el Mesías, el Hijo de Dios". La respuesta de Jesús fue clara: "Yo soy”. Los judíos consideraron tales palabras como una blasfemia. Y, ante tal afrenta, Caifás, con un gesto no desprovisto de teatralidad, se rasgó las vestiduras y se dirigió a la asamblea con más o menos estas palabras: "Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué decidís?” Y ellos contestaron: “¡Pena de muerte!”.
Pero, lo que aquí nos ocupa, no es este episodio, por muy alegórico y tradicional que sea en estas fechas, sino la locución “rasgarse las vestiduras”, que tiene su origen en una antigua costumbre del mediterráneo oriental, muy anterior a la época en la que se sitúa la historia de la Pasión de Jesucristo y ya mencionada por Homero. Como tal, se utilizaba también en la cultura judía como sincera manifestación de dolor cuando alguien fallecía. Entonces, en el cementerio, los familiares más próximos y todas las personas más allegadas al difunto se rasgaban las vestiduras ante el rabino en señal de dolor y desesperación. Más tarde, este gesto pasó a ser una señal de indignación, ira y pesar.
En la actualidad, “rasgarse las vestiduras” se emplea como expresión de escándalo, de manera auténtica o hipócrita, por las palabras o las acciones de otra persona.
Margarita Rey
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