viernes, 11 de febrero de 2011
Tema de hoy: Medio ambiente: desmanes
Allá por la década de los cincuenta, el régimen del “caudillo” estaba tan tambaleante por sus problemas económicos, que abrió la mano para que unos cuatro millones de españoles pudiesen emigrar. Al propio tiempo vino el descubrimiento por el turismo nórdico de España como bellísimo (y barato) país de vacaciones. Las remesas de los emigrantes a sus familias y las masas de turistas de allende los Pirineos, salvaron al régimen. El a la sazón ministro de (des)información y turismo, Manuel Fraga Iribarne, en su codicia de más éxito turístico, dio en la idea de demoler en el litoral mediterráneo las pintorescas casitas de pescadores en primera línea de playa y construir en su lugar horrendos “rascacielos”, silos para albergar a los millones de turistas que visitaban (y visitan) España. Véase el monstruoso Benidorm. Fraga debió de pensar que hacia falta espacio para alojar a los turistas ávidos de sol y playa. Lo que sí es cierto es que más de un jerarca del Movimiento se hizo multimillonario gracias a la operación “Fraga”.
Hoy pasados aquellos siniestros tiempos y viviendo en democracia, estamos asistiendo a otro dislate de indignantes proporciones. Ahora, para reparar el daño hecho al litoral mediterráneo, las autoridades apelando a la Ley de Costas han ordenado que se echen abajo todas las casas (fincas, chalets) en primera línea de playa, dejando en la calle a los desahuciados por la excavadora. Entre los perjudicados se encuentran también extranjeros. Desde hace más de treinta años, españoles y extranjeros vivían su idilio al borde del mar en casas cuidadas y adaptadas a las vistas, adquiridas en su día legalmente y con todos los permisos. Tampoco se salvan de la excavadora y la piqueta los típicos “chiringuitos”. Esos típicos locales que dan a la playa, sobre todo por la noche, una agradable sensación de relax y “sabor a España” y en los que no falta la sangría, la típica paella y los platos marineros a buen precio, por lo que son (eran) muy frecuentados por españoles (que son los que más dinero dejan) y extranjeros.
En fin, ahí se quedan los propietarios sin que hasta ahora sepan qué indemnizaciones van a percibir y qué compensaciones se les ofrecerá por parte de la Administración. Dictadura o democracia: ¿los mismos perros con distintos collares?
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