viernes, 13 de agosto de 2010
"Ateos"
Ayer hallé en internet un boletín digital que publica una asociación de ateos. He de decir que lo de “asociación” me sentó muy mal, ni tampoco me gustó el boletín. Poco serio y un arma valiosa para los enemigos del ateísmo, que son todas las religiones que tienen embaucadas con sus leyendas y disparates a millares de millones de personas.
No puede existir una asociación de ateos, que suena a secta. Los ateos son individualistas, que han llegado a sus convicciones a través del uso de la racionalidad que existe en todo cerebro humano, que haya superado las deformaciones infligidas por la familia y, sobre todo, por la indoctrinación religiosa, cuando se es menor de edad. Con el tiempo y según aumenta la experiencia del ser humano, se va borrando ese lugar del cerebro, donde se almacenan, además de lo religioso, los cuentos que nos contaron, así como terrores nocturnos provocados por el Coco (diablo) y otras figuras siniestras, como la madrastra de Blanca Nieves, que tanto miedo nos daba. Ese proceso cerebral de borrar lo no útil, no se da en una gran mayoría de personas, especialmente por lo que respecta a la religión. Bien decía Marx que la religión es el opio de los pueblos.
El boletín también me pareció sectario, pues trataba de hacer proselitismo ateo, una meta imposible si se sabe lo arraigado que está lo religioso en las personas. El ateo no indoctrina, sino que sólo expone sus ideas, siempre que en una reunión de conocidos se toque el tema. No trata de convencer a nadie, sino ser sincero consigo mismo. No esconderse. El ateo posee una profunda moral y hondas raíces éticas. En vez de lo abstracto, inexistente, el ateo lucha contra lo concreto de nuestra existencia: contra la injusticia en el mundo, la miseria, el hambre, la tortura, y a favor de las víctimas de volcanes, terremotos, tsunamis... El ateo se compromete por los derechos humanos y por las libertades: la libertad de conciencia y de opinión Aunque le duela que haya tantos ingenuos que no hayan sabido asumir la muerte ni ver su sentido en la propia Naturaleza en vez de creer en disparates, el ateo sólo cree para sí mismo y sólo da su consejo a quien ha conseguido romper el círculo vicioso de lo religioso, dejando que se abra camino la razón, reconquistada por la Ilustración (finales del XVIII) del oscurantismo medieval.
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