Muy mal debe de irle a la Iglesia nacionalcatólica española cuando se ve obligada a recurrir a la publicidad televisada. Allí la vemos cantar sus excelencias y cualidades, como los detergentes, los "purificadores" de los inodoros, los colchones, las pomadas contra las hemorroides, las pastillas para regular el "tránsito intestinal" o las cremas de suavizar vaginas y toda esa melée de anuncios de automóviles, de hamburguesas, de créditos casi gratis o de nuevos móviles. En fin, no hay por qué extrañarse: la Iglesia, como cualquier otra empresa, necesita dinero para cubrir sus gastos, pero los feligreses no parecen muy dispuestos a financiar a sus obispos.
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